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Maragall se esfuerza en demostrar que no ha quedado prisionero del aparato del partido

Enric Company

No hay como ser optimista para superar los obstáculos. Pasqual Maragall dedicó sus esfuerzos ayer a demostrar que, pese a no haber sido el dirigente más votado en el congreso que el domingo le nombró presidente del PSC, no está en manos del aparato del partido. El que controlan, precisamente, José Montilla y Miquel Iceta, los dos dirigentes que tuvieron más apoyo que él en la votación de la nueva dirección. Maragall aseguró que en este congreso "no ha habido voluntad de dañar y castigar" a ningún dirigente o familia del partido, sino de "unir y convencer para ganar". Colaboradores de Maragall destacaban ayer que en el anterior congreso del PSC el hoy presidente salió mucho más desairado que ahora.

Pero el daño ya está hecho y ahora es muy difícil disimularlo. Maragall y Narcís Serra, primer secretario saliente, orientaron el 9 Congreso del PSC para encumbrar al primero en la cúpula del partido como paso previo a lograr la presidencia de la Generalitat. A la hora de la verdad, sin embargo, el aparato del partido quiso mostrar su poderío y dejar claro que aceptaba a Maragall, pero mantenía el control de la dirección. Y las votaciones lo dejaron claro. Primero, José Montilla, el nuevo primer secretario, con más votos que nadie. Segundo, Miquel Iceta, el cerebro del grupo de dirigentes territoriales que controlan el partido, ahora convertido en portavoz del PSC. Tercero, su líder político, José Borrell, ahora en horas bajas, Y luego, cuarto, Maragall.Es cierto que la distancia es ahora menor que en el anterior congreso. Maragall quedó entonces a 6 puntos porcentuales por debajo de Montilla y a 13 de Borrell. Ahora ha quedado sólo a tres puntos de Montilla y ha empatado con Borrell, aunque ha sido superado por Iceta.

Para quitar hierro a este desaire, Montilla aseguró ayer que "no hubo voto de advertencia" , sino simplemente voto libre y secreto de los delegados. E hizo suyas las palabras de Maragall en la clausura del congreso acerca de la compenetración entre ambos. Tendrán una decepción, aseguró, quienes piensan que se inicia "una pelea para la delimitación de nuestras funciones".

Pujol opina sobre el congreso

El disgusto por la situación creada se extiende a los dirigentes de las minorías, obiolistas y maragallistas, que pese a haber renunciado a dar batalla, precisamente en aras de la paz interna, fueron también claramente castigados en las votaciones.

Los adversarios de los socialistas se lanzaron a hurgar en la herida. El primero, Jordi Pujol. El líder de CiU ha querido tener este fin de semana una fuerte presencia en los medios de comunicación, con entrevistas en prensa y radio, para dar su contrapunto al congreso. Ayer lo calificó como "un triunfo del socialismo puro y duro y del aparato del partido", en contradicción con la orientación dada entonces por Maragall a su campaña electoral, de la que recordó que "buscaba difuminar el socialismo y abrirse a la sociedad".

Pujol dijo que "el gran momento de Maragall ya ha pasado" y fue el de las pasadas elecciones autonómicas. "Como en el futbol, si no marcas en el momento que has de marcar, después marcan los otros. Ellos pudieron marcar en las elecciones autonómicas y me parece que ahora hay un cierto reflujo".

Con parecida orientación se pronunció Josep Lluís Carod, secretario general de ERC. Este señaló que la rotunda victoria del aparato del partido encasilla al PSC y a Maragall en el estricto ámbito electoral socialista, por lo que limita sus posibilidades de crecimiento. "El aparato del partido tiene ahora un control casi absoluto", señaló, "y aunque Maragall sea el presidente le resultará muy difícil volver a ofrecer la imagen de que está por encima de la formación".

El poder del aparato se puso de manifiesto también en otras cuestiones. El PSC ha querido mostrarse en este congreso como un partido sinceramente lanzado a la renovación, adoptando medidas como la limitación de mandatos de los diputados de los parlamentos catalán, español y europeo a un máximo de tres consecutivos. Y extendiendo esa limitación a los cargos internos.

Pero para los cargos internos esta limitación será de aplicación sólo cuando se trate de permanecer más de tres períodos congresuales consecutivos "en un mismo puesto". Lo que, en la práctica, significa que no impide que haya dirigentes que se mantengan durante más tiempo en las ejecutivas, siempre que se les cambien las responsabilidades. Incluso en el congreso se bromeaba el domingo sobre la habilidad del aparato para, tal como dijo un ex diputado, "introducir limitaciones, pero para los demás".

El complicado equilibrio sobre el que se ha alzado Maragall se puso también en evidencia con la imposición de Manuela de Madre como número tres en la candidatura para la dirección, por delante del secretario de organización. La jerarquía orgánica tradicional del PSC ha sido ya forzada en este congreso al dotar a la presidencia con poderes políticos, en vez de representativos, como era hasta ahora. Tanto era así que, por ejemplo, al presidente saliente, Raimon Obiols, se le impidió incluso que pudiera dirigirse al congreso en la sesión de clausura para despedirse.

La nueva concepción de la presidencia, no definida todavía en el reglamento interno, supone que en la jerarquía del partido hay un número uno y un número dos, que sería el primer secretario. Aunque ambos titulares, Maragall y Montilla, se ha juramentado para aplicar la norma de Isabel y Fernando, tanto monta, monta tanto. Pero Manuela de Madre, exigió que se le diera el número tres del partido, por delante del secretario de organización. Alegó que este fue el puesto que se le dió en las elecciones autonómicas y que no quería quedar por debajo. Y lo consiguió. Aunque con un cargo, el de secretaria nacional, cuyo contenido está también por fijar.

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