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EUROCOPA 2000 La jornada de ayer

Eslovenia paga toda una novatada

Yugoslavia neutralizó en seis minutos los tres goles marcados por los eslovenos

José Sámano

En un partido tan rocambolesco como vibrante, Eslovenia pagó un altísimo precio por su inexperiencia y escasez de recursos. Lo que estuvo a punto de ser una goleada histórica frente a su antiguo patrón futbolístico, quedó reducido a un empate increíble. Imposible de escrutar si no es desde la inocencia suprema de un equipo, el esloveno, que dio vida a un rival, Yugoslavia, que durante una hora no había hecho lo más mínimo por conectarse a la Eurocopa desde el primer día. Le concedió tanta cuerda que en seis minutos le remontó un 3-0 y lo que era un baile en toda regla acabó de forma disparatada, con los eslovenos tiritando.Sacudido de toda presión, el equipo esloveno, al que nadie exige más que entrega y decoro, jugó con una fe y un entusiasmo encomiable. Todo lo contrario que el flácido conjunto yugoslavo, donde varios de sus jugadores se quitaron del medio durante tres cuartas partes del partido. La tropa del viejo Boskov secundó a Mijatovic, que apenas echó un vistazo a la jornada. Ni siquiera se le vio para arengar al grupo, como se le supone a un capitán de tanto rango. Lo mismo se puede decir de Jugovic, de cuya presencia sólo dio fe la UEFA, en su cuartilla de alineaciones oficiales. Y, por supuesto, de Mijailovic. Qué descaro el suyo. Al principio tapó su infinita desgana con un puñado de refriegas, luego regaló el tercer gol de Eslovenia y, al instante, se buscó la expulsión con un empeño enorme. Sin nadie capaz de enchufarse al partido, los yugoslavos pasaron una tarde horrorosa frente a sus antiguos aliados, que pagaron una novatada de órdago.

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No es que Eslovenia fuera un tapado, ni mucho menos. Al margen de su inmenso amor propio sólo tiene a Zahovic, un futbolista de verdad. Con sabiduría para leer el juego corto y con pegada para el largo. También ofrece una llegada muy apreciable, como demostró en los dos goles.

Los goles de Eslovenia reprodujeron fielmente el devenir del choque. La depresión yugoslava alimentó de forma extraordinaria el empuje del novato conjunto esloveno. Los chicos de Katanec mordieron cada pelota dividida. La tunda no fue a mayores porque su ingenuidad es mayúscula.

La bisoñez eslovena quedó patente en el último tramo del encuentro. Con tres goles a favor, un jugador más y un rival congelado y cabizbajo, dos regalos de su defensa animaron con creces a Yugoslavia, que recibió una invitación inmerecida para sumarse al partido. Fue tal el cúmulo de errores de los eslovenos que diez de sus vecinos les igualaron un 3-0 en un periquete. Así cerró Eslovenia su compulsivo debú entre la élite. A buen seguro que tendrá un hueco para siempre en la memoria colectiva de la Eurocopa: como invitado de honor a una de las grandes remontadas de la historia del fútbol y una de las novatadas más sonadas.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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