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ETA VUELVE A MATAR

Cientos de vecinos y la cúpula del PP despiden al edil asesinado

Su familia, sus vecinos y sus compañeros en la política despidieron ayer en Durango a Jesús María Pedrosa, edil del PP y militante del sindicato ELA, asesinado la víspera de un tiro en la cabeza. Representantes de los partidos democráticos, con la cúpula del PP al frente, pasaron por la capìlla ardiente. El obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, recordó en el funeral que "nada puede justificar" un asesinato y que la paz no llegará "ni por la presión a través de la violencia ni por el desistimiento, por el cansancio o el miedo".

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El obispo Blázquez, que ofició el funeral, reclamó "sabiduría y prudencia" a los políticos en la búsqueda de la paz. Pidió también que los asesinos y quienes les respaldan comprendan que la violencia "no es camino, sino aberración y precipicio".La parroquia Santa María de Uribarri, donde se celebraron las honras fúnebres, quedó desbordada y decenas de personas tuvieron que seguir la ceremonia desde su exterior. El presidente del Gobierno, José María Aznar -recibido con fuertes aplausos a su llegada al templo-; el lehendakari, Juan José Ibarretxe, y la presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi, encabezaron la representación institucional.

Los presentes también dedicaron aplausos a la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía. Pero los más prolongados fueron para la viuda y sus dos hijas. Mari Carmen Hernández, a quien no se ha visto en público sin gafas de sol, caminaba apoyada en ambas jóvenes.

El ataúd con los restos del concejal del PP fue llevado a hombros por amigos y los otros tres ediles del partido en Durango desde el Ayuntamiento, donde estaba instalada la capilla ardiente, hasta la parroquia. Multitud de vecinos siguieron en la calle el traslado del féretro y muchos apenas podían contener las lágrimas. Casi todos los vecinos de Durango conocían más o menos a Pedrosa, nacido en Ordizia (Guipúzcoa), pero vecino de Durango "de toda la vida", donde era concejal desde 1987. Los aplausos acompañaron al féretro los cien metros que separan la casa consistorial de la iglesia.

No se oyó ni un solo grito. El único de la tarde fue para Aznar. Cuando llegaba al Ayuntamiento para visitar la capilla ardiente -fue de los últimos-, un hombre le espetó desde la multitud: "Hala, presi, hay que acabar con ellos". Aznar no hizo comentarios. Dentro, en silencio, secó las lágrimas y abrazó a Mari Carmen Hernández.

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Fue más multitudinario el cortejo fúnebre que la concentración silenciosa celebrada a mediodía en la plaza del Ayuntamiento, presidida por la viuda y las hijas de Pedrosa. Junto a ellas, además de la alcaldesa de Durango, la peneuvista María Pilar Ardanza; Javier Arenas -que impuso al asesinado la medalla de oro del partido-, y la presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, asistieron diversos políticos y el coordinador del movimiento social Elkarri, Jonan Fernández, pero no los dirigentes de ELA. Los asistentes, mujeres de todas las edades, jubilados y adolescentes de los centros escolares que pararon media hora, guardaron cinco minutos de silencio.

Mari Carmen Hernández y sus hijas habían llegado al filo de las ocho de la mañana a la capilla ardiente. Las jóvenes arropaban a la madre y a ellas, sus novios. Durante todo el día se sucedieron las visitas de vecinos y políticos a la capilla ardiente. Entre los representantes institucionales que acudieron estaban además de Aznar, Arenas, Rudi y Aguirre, los ministros del Interior, Jaime Mayor Oreja, y Justicia, Ángel Acebes; el presidente del Parlamento vasco, Juan María Atutxa; el secretario general del PSE, Nicolás Redondo Terreros, y su predecesor, Ramón Jáuregui, los alcaldes de Ermua y Madrid, Carlos Totorica y José María Álvarez del Manzano; el presidente de Unidad Alavesa, Pablo Mosquera, y el exlehendakari José Antonio Ardanza.

Tras el funeral y mientras una manifestación recorría las calles de Durango bajo el lema "ETA no. Basta ya", la familia se trasladó al cementerio para celebrar el entierro en la intimidad.

Dura condena del Príncipe

El Príncipe de Asturias condenó ayer en Zaragoza, "con rabia apenas contenida", el último atentado de ETA. Felipe de Borbón, que iniciaba su primera visita oficial como heredero de la Corona a Aragón, se refirió al asesinato de Jesús María Pedrosa al inicio de su primer discurso en la sede del Ejecutivo aragonés. "Antes que nada", dijo, "yo también quiero hacer patente, con rabia apenas contenida, mi dolor y mi repulsa por el atentado que ha costado la vida a Jesús María Pedrosa, elegido por el pueblo de Durango como respresentante en la Administración Municipal y vilmente asesinado por los enemigos de ese pueblo y de todo el pueblo vasco".El heredero de la Corona transmitió a los familiares del concejal sus sentimientos de condolencia, y añadió: "Quiero rendir un homenaje a quienes, con riesgo cierto de su vida, están día a día defendiendo la libertad y la convivencia en el País Vasco desde su compromiso político libre y responsablemente asumido al servicios de la democracia y la paz". Posteriormente, el Príncipe firmó en la sede del Parlamento regional en el Libro por la Paz, una iniciativa que la Junta de Portavoces abrió el pasado 24 de febrero, cuando ETA volvió a asesinar tras la ruptura de la tregua. El Príncipe visita hoy la provincia de Teruel para continuar su viaje por tierras oscenses y cerrarlo el jueves en Zaragoza.

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