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Tribuna:LAS CLAVES DE LA SEMANA
Tribuna
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Viaje hacia el caos

Conocemos valencianos afortunados que acudieron a París para presenciar la final y no sufrieron el menor incidente. Ni siquiera hubieron de esperar para embarcarse en los aeropuertos de Manises o en el Charles de Gaulle. Todo les salió a pedir de boca, si exceptuamos las fatigas inevitables acrecentadas por el resultado del encuentro. Poco importa que hayan sido muchos o pocos, pero es justo que así conste para significar que algunas agencias de viajes cumplieron puntualmente todas o parte de sus obligaciones. La autoridad competente o el mismo club merengue deberían registrar tal hazaña para recomendar en el futuro sus servicios. Constituyen una excepción tan notable como la de sus aludidos beneficiarios.Para los demás expedicionarios chés al estadio de Saint Denis, sin embargo, y aludo a unos cuantos miles, no hubo más que un descomunal caos logístico. Tanto a la ida, pero muy especialmente a la vuelta, ya por ferrocarril, ya por avión, con la agravante de que el regreso se emprendía desde tierra extraña y desamparados de todo dios. Las penosas peripecias personales y colectivas ya han sido descritas estos días y las damos por reproducidas aunque todavía nos aflijan sus consecuencias, y no tanto por lo molidos que tenemos los huesos como por la certidumbre de haber sido estafados miserablemente, por no hablar -si bien algo diremos- de la tristísima incompetencia organizativa que hemos exhibido.

Incompetencia que hay que imputar a las agencias de viajes, en primer lugar, a los gestores del tráfico aéreo y ferroviario, y al mismo club valencianista por la insensibilidad demostrada para con los viajeros damnificados acerca de los cuales han tenido apenas unas vanas palabras de conmiseración, cuando lo debido y mandado hubiera sido comparecer en aquellos campos de batalla que fueron los aeropuertos y estaciones de París. La solución del desaguisado no estaba en sus manos, pero semejante gesto de solidaridad les habría acreditado como lo que creen ser y no se merecen ni son: representantes de esta afición.

Pero el cargo decisivo, la acusación sin fisuras, hay que formularla contra las agencias que concertaron y planificaron -si se nos autoriza esta broma- los viajes. Resulta evidente que les deslumbró el negocio y no vieron que le desbordaba sus capacidades. O sí lo vieron y se encomendaron a la providencia, confiando que el desbarajuste se resolviese por sí mismo, como a la postre ha sido. Por suerte para estos aventureros no se registraron incidentes, ni graves ni leves, y la gente contuvo su ira, no obstante saberse estafada y arrumbada. En realidad, el comportamiento de esa gente fue el único brochazo brillante y europeo de una jornada negra y africana.

Ahora, y al margen de que se deslinden y atribuyan las pertinentes responsabilidades penales y civiles, habría que esclarecer las causas de tamaña insensatez, siquiera fuera para no repetir la jugada en la próxima ocasión. No se puede movilizar tantos miles de viajeros sin hacer las debidas previsiones después de evaluar las posibilidades y recursos. No se ha hecho así y toda la operación se ha desplegado bajo el signo de la improvisación y el "apáñatelas como puedas". También puede ser que no primase dolosamente esta irresponsabilidad, pero lo indudable es que algunas agencias de viajes han imitado al aprendiz de brujo o se han enceguecido por la codicia. Lo menos que se les puede pedir y exigir es que paguen los platos rotos, indemnizando a sus sufridos clientes, y que, además, figuren en la lista negra de los insensatos por haber asumido riesgos desorbitados.

Y tampoco se puede ser menos severo con los rectores del tráfico aéreo y ferroviario. Sin poder ponderar cual es el porcentaje de su culpa, es obvio que les incumbe una buena cuota de este desmadramiento, tanto aquí como en París. En su mano estaba limitar el número de trenes y vuelos -conociendo la saturación del espacio aéreo europeo- pero no lo hicieron y, velis nolis, son asimismo cómplices de este caótico episodio que muchos valencianistas jamás olvidarán.

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