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Afectos forzados, violencia contenida

En la Rädhuspladsen, la plaza del precioso Ayuntamiento medieval de Copenhague, se encuentran varios grupos de turcos jóvenes, en gran parte con sus novias vestidas con los colores rojo y amarillo del Galatasaray, con un grupo de hombres no tan jóvenes, con poca novia, mucho tatuaje, bermuda y camiseta de tirantes. Su cruce de comentarios es cordial. "Football, football, important is sport, only sport, football". Ayer, en una tarde soleada con temperaturas más sevillanas que bálticas, los hinchas del Galatasaray y del Arsenal aún se llevaban bien. Y sin embargo, no hay que ser un agorero para, visto lo visto, pensar que una de las dos partes estará de peor humor cuando termine el partido. Podrá haber prórroga o penaltis o también el gol de oro que por primera vez se aplica en la Copa de la UEFA. Lo que más preocupa aquí no es la alegría del ganador sino los resentimientos del que no lo sea.Desde el lunes por la tarde se nota como va ganando en intensidad la presencia de los seguidores de ambos equipos. Hay algunos ingleses y turcos con corbata, como los aficionados que van a los palcos en San Mamés, en el Camp Nou o el Bernabéu. Son los que tienen habitación reservada hace tiempo en los hoteles buenos de la ciudad. Entre los turcos más que entre los ingleses, se veía por la ciudad a familias. Pero según pasaban las horas iban aumentando los grupos de jóvenes rapados, cada vez más jóvenes, cada vez más rapados, cada vez más ruidosos.

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Copenhague, en alerta roja por la final de la Copa de la UEFA

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