El atleta
FÉLIX BAYÓN
Desde las hazañas pesqueras de Franco a bordo del Azor, no se había vivido en este país ningún episodio notable de culto a la personalidad. Al menos, hasta que llegaron los telediarios de Buruaga. Se habían dado casos de pelotilleo más o menos intenso, pero todo había quedado ahí. Sin embargo, el fenómeno tiende a extenderse.
En los últimos tiempos he leído varias declaraciones que alababan con desmesura la buena forma física del presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves. El asunto tomaba especial envergadura la semana pasada, al reincidir en el tema el flamante consejero de Gobernación, Alfonso Perales. Cuando Hernández-Rodicio le preguntaba en estas páginas si no hubiera necesitado Chaves un vicepresidente, Perales respondía: "Tenemos un presidente que está en plena forma física, ya que corre siete kilómetros diarios".
La respuesta de Perales me recordó a un malévolo secretario de embajada que conocí hace muchos años en un país de Oriente Próximo. Su jefe, el embajador de España, era un perfecto inútil, pero su subordinado se deshacía en elogios: "Lo que más admiro del embajador", decía, "es lo bien que habla inglés".
Ignoro si la defensa hecha por Perales de la forma física de Chaves -que, por cierto, nadie discute- esconde una ponzoñosa ironía. En cualquier caso, tampoco es necesario ser un atleta para resultar un buen gobernante. Franklin D. Roosevelt era paralítico; Winston Churchill, alcohólico, y al general De Gaulle nadie le vio jamás ni jugar a la petanca. Sólo a Mao Zedong se le atribuyeron inverosímiles hazañas natatorias en su senectud, en plena revolución cultural.
Pero, quizá, lo de Chaves tenga más que ver con Mao que con Roosevelt. O, al menos, así parece verlo Perales, que lo considera una especie de Gran Timonel: "Chaves es la primera figura política de Andalucía", dice. "Todo lo que no sea ver eso es una distracción, una estupidez y un error".
Puede que sea una distracción, pero no parece que sea una estupidez ni un error plantear la necesidad del relevo de Chaves. En primer lugar porque -sin poner en duda, en ningún momento, su buena forma física- políticamente se le están acabando las pilas: ni el conejito de Duracell aguanta tantos mandatos. La falta de imaginación que ha puesto en su último Gobierno es de por sí un síntoma de agotamiento.
En segundo lugar, porque existe el precedente de lo nefasto que ha resultado ir dando largas durante años al problema de la herencia de Felipe González. Por miedo a desatar una guerra de sucesión, en el PSOE se ha terminado consiguiendo algo que en sus consecuencias se parece bastante a un suicidio ritual colectivo.
En tercer lugar, porque si -como parece- José María Aznar cumple su promesa de no presentarse a un tercer mandato, difícilmente entenderán los electores que, en el año 2004, Chaves no tenga empacho en pretender renovar su cargo por quinta vez.
Es normal que haya militantes socialistas que se planteen el relevo de Chaves. Descalificarlos diciendo que "están trabajando para la competencia", como ha hecho Perales, no es sino una muestra de sectarismo, algo que tiene más que ver con el maoísmo o con Sendero Luminoso que con la socialdemocracia del siglo XXI.
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