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El refugio de Villalonga en Miami

El presidente de Telefónica disfruta en Florida del nacimiento de su hija lejos de los problemas de Madrid

Siempre que llueve, escampa. Al presidente de Telefónica, Juan Villalonga, le había caído en su despacho de Miami (Florida, EEUU) una sonora tormenta con origen en Madrid, al otro lado del Atlántico. Duró dos días, jueves y viernes. Él presidía, vía satélite, la reunión del consejo de administración de la compañía. A debate estaba la fusión con la holandesa KPN, que ya había pasado los trámites de la comisión delegada. El cielo estaba, teóricamente, despejado; pero se cubrió de repente y acabó en chaparrón. Primero, el ministro de Economía, Rodrigo Rato, anunció la oposición del Gobierno al pacto. Después, los accionistas del núcleo duro (BBVA y La Caixa) y alguno de los consejeros independientes lo rechazaban en la reunión. Y KPN se retiraba. Un mal asunto. Un fuerte varapalo para un hombre acostumbrado a triunfar.Empapado todavía, Villalonga recibió un bálsamo que le ayudó a olvidar todas las penas. Poco después podía abrazar a la hija que acababa de tener con Adriana Abascal, la viuda del magnate mexicano de la televisión Emilio Azcárraga, con la que comparte su vida desde hace ya más de un año.

Atrás quedaron -al menos en esos momentos- las presiones del Gobierno que preside su amigo de infancia José María Aznar, las deterioradas relaciones con el núcleo duro y cualquier pensamiento de alejarse de la empresa a la que el anterior Ejecutivo del PP le encargó que presidiera. Muchos dicen que eso nunca se le ha pasado por la cabeza, "por mucho que alguien se empeñe", según fuentes de la compañía.

El parto se desarrolló sin problemas, ni para la madre ni para la hija, Paulina. Ambas salieron del hospital Mount Sinaí de Miami el domingo. En la puerta del centro hospitalario esperaba un Mercedes. Juan Villalonga, vestido con un polo y zapatillas deportivas, ayudó a incorporarse a Adriana Abascal y tomó a su hija en brazos.

El primer contacto de Villalonga con su hija (tiene otros tres vástagos de su matrimonio con Concha Tallada, íntima amiga de Ana Botella) no ha sido demasido prolongado. El martes, el presidente de Telefónica aterrizaba en Madrid para presidir ayer la primera comisión delegada de la operadora. El retorno a Miami no se producirá, posiblemente, hasta el fin de semana. La ciudad estadounidense es un reposo para Villalonga. Su vida allí es absolutamente distinta de la que desarrolla cuando vuela a España.

La discreción es su sello. Nunca aparece en las crónicas sociales de esta ciudad, con mucha presencia de hispanos (principalmente cubanos) y conocida por su afición a organizar fiestas y actos públicos con cualquier pretexto.

Ni siquiera en los círculos de empresarios y políticos recuerdan haberle visto. Pocos identifican su nombre. Tampoco consta su identidad en el registro público de la propiedad, ni en el de vehículos. Vive en un lujoso piso en un rascacielos de la avenida Brickell, un área conocida como el centro de negocios, donde están las oficinas de Telefónica.

La mayoría de sus colaboradores se han instalado en Cayo Vizcaíno, apodado La Pequeña España, donde hace poco apareció Villalonga en una foto tomada en unas clases de pintura. Este aislamiento se ha producido a raíz de su relación con Adriana Abascal, con la que suele trasladarse a Acapulco (México) y por la que rompió con su forma de vida anterior, lo que ha enfriado su relación con el matrimonio Aznar.

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