EN UNA SEMANA, SEMANA Y MITAD
No será en estos renglones donde se le dinamite el don de la ubicuidad, a Eduardo Zaplana. Porque, si no simultáneamente, sí en muy poco, se le ha visto entre la púrpura vaticana, restaurando a los Borja; en el Mestalla, casi goleando al Barça; en la tradicional y multitudinaria romería de la Santa Faz, de Alicante, con blusón, pañuelo de hierbas y caña de peregrino; en los espectaculares fastos de Moros y Cristianos de Alcoy, filá La Llana, con Fernando Castelló y Miguel Peralta; y en el Palau, que ni se sabe si entra y sale o sencillamente donde vive sin vivir allí. Si la ubicuidad es arte de dioses, esta criatura que nos preside y nos vela, ¿de qué naturaleza es? Si su omnipresencia es su omnipotencia, ¿qué ha de importarle ni un comino eso del poder valenciano? Algún día, lo escucharemos decir: Mi Generalitat, no es de esta autonomía. En una semana tan larga y de muchedumbres y agitaciones, suelen pintar copas. Aunque los sindicatos pusieron la basura de los contratos y las víctimas de tantos flagrantes inclumpimientos y dejaciones sobre la: mesa.
El día del trabajo, a golpe de pecho Todo empezó el Primero de Mayo: miles de trabajadores desfilaron por las calles del País, aunque pocos miles, porque la paciente y esmerada gestión sindical sacrifica las reivindicaciones de las masas enardecidas, a la eficacia del procedimiento, del papel timbrado y del escaparatismo de unas manifestaciones, más o menos institucionalizadas, donde se exhiben los últimos modelos políticos. Bajo las consignas de la precariedad laboral y de la dramática siniestralidad en el trabajo, los secretarios generales de CC OO y UGT, Joan Sifre y Rafael Recuenco, la emprendieron contra Eduardo Zaplana. A pesar del anuncio voceado por el consejero Blasco de un considerable descenso en el paro, los dirigentes obreros le reprocharon al Consell y a su presidencia el hecho de "limitar el diálogo social". Y para que sepan y vean, como en ocasiones se juzga precipitadamente y con escaso conocimiento de causa, a aquellas mismas horas, Eduardo Zaplana asistía, flanqueando al primer ministro italiano, Giuliano Amato, a la misa ofrecida en Roma, por Su Santidad, en el día Mundial del Trabajo. No a golpe de pala, pero sí de pecho, Zaplana tampoco se olvidó de participar en la fiesta de San José Artesano. Y eso que anda a la greña con su colega de siglas y presidente del ejecutivo murciano, Ramón Luis Valcárcel. El primero se desvive por la fusión CAM-Bancaixa; el segundo le replica que nanay, y le amenaza con un despliegue de sus arsenales, suponemos que dialécticos, escrito sea sin ánimo de incordiar.
¿Y cómo anda el tumbao Anacleto?
Valcárcel ha reclutado para la causa a las Cámaras de Comercio y a la patronal murcianas, y hasta los socialistas de aquella autonomía se le han ofrecido de voluntarios, para impedir que se consuma la fusión. Y por si fuera poco y para enturbiar aún más el paisaje, en el límite geográfico de la desavenencia, el alcalde de Orihuela, José Manuel Medina, ha encabezado la insurrección contra quienes toleran, con su pasividad, la conversión del Segura, en cloaca. La contaminación es una grave calamidad que afecta a los paisanos y a los cultivos de La Vega Baja. Las medidas de emergencia muy probablemente fustiguen a los dirigentes del PP, pero el vecindario y el primer edil oriolano ya no soportan tanta corrupción. Como no soporta tanta fuga de audiencia, tanto desatino, tanta purga y tantas listas negras Ràdio 9. Pero tampoco es como para acosar, sin tregua, a El Tumbao Anacleto: si en 18 meses, ha liquidado al 60% de los oyentes, aún le queda algo más de un año, para cerrar el chiringuito. Désele tiempo, porque es lento, pero seguro. Tan lento como el socialismo valenciano; tan seguro como el lleno en la cantada de Lluís Llach. Qué semana de semana y mitad, tan larga y con las calles acupadas como cuando Fraga. Pero no se pongan nostálgicos.
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