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Carro atascado

Los historiadores escribirán en su día que la financiación oscura y los trapicheos ilegales, carentes de ética y estética, jubilaron políticamente a Helmut Kohl. Reconoció sus errores y se fue a cobrar la pensión. Su desaparición de la escena pública era tan necesaria como la de algún que otro oficial de los democristianos alemanes relacionado con el tema de las ilegalidades. Lo que Kohl hizo bien se le aplaude y se le aplaudió con generosidad en el parlamento de su país: el buen tiento con que llevó a cabo la reunificación alemana. Los desaguisados políticos le costaron la popularidad y la presencia en la escena pública. Al frente de su partido, los conservadores alemanes han colocado a la hija de un clérigo con esa ética peculiar de los protestantes del norte. Una chica limpia de polvo y paja que en la llamada Declaración de Essen reconoció y fustigó cuanto había de torcido en su partido, y fijó las bases y principios para una nueva andadura de su formación política. Se salvó la crisis y ahora siempre cabe la posibilidad de que cualquier día veamos a Angela Merkel al frente de la cancillería y gobierno de su país. Esta historia tan reciente la conocerán, casi sin lugar a dudas, algunos intendentes del PSOE, y será objeto de comentarios en el cuarto de armas del cuerpo de oficiales del PSPV.Claro que en el PSPV-PSOE no tienen nada que reprocharse. No hubo errores, ni hay crisis, ni está el carro atascado en medio del río, ni hay que cambiar los bueyes porque los que arrastraban el carro están ahogados. Nada, absolutamente nada: ni hay que reconocer y asumir errores, porque los errores nunca existieron. Además, si se reconocen los errores, se puede favorecer al adversario político, que eso hasta puede ser cierto. De lo que no se tiene ciencia cierta es de a quién favorecen las mentiras y los silencios, aunque después los electores pongan la verdad y el silencio en su sitio.

Silencio en torno a quienes pusieron arena, que no grasa, en los ejes del carro; silencio en torno a quienes trabaron las ruedas de ese carro con palos interesados y agresivos; silencio para las mentiras y dobles verdades: las que vociferan y las que se susurran; las que se oficializan cuando se tiene el poder y las que se gritan en los bancos de la oposición. Algún día hablarán los historiadores sobre quiénes atascaron el carro y sobre el peripatético destino de los bueyes ahogados. Desde luego, en el PSPV-PSOE no ocurre ni ha ocurrido cuanto ocurre en el partido de los democristianos alemanes. Algún intendente-historiador de nuestro atascado PSPV-PSOE, tal por ejemplo Javier Paniagua, conoce de sobra cuanto sucede más allá de los Pirineos; sabe además, porque ya lo escribió Ovidio, que "hasta del adversario es lícito sacar enseñanza".

Nuestro conocido y más cercano intendente-historiador, debería comparar cuanto sucede en Alemania con los bueyes ahogados y cuanto él mismo pretende intentando resucitar a los ahogados bueyes de su propio partido. Podría luego sacar la conclusión histórica que requiere una mentalidad del pleistoceno, a saber: que quienes atascaron el carro del PSPV-PSOE fueron los medios de comunicación y no quienes trabaron con insidias las ruedas del carro. Y es que si escribimos que los medios de comunicación son el espejo de la realidad, igual nos pincha en los caños de la sangre un irrisorio complejo reaccionario, que Javier Paniagua condenará al infierno de Dante. ¡Pobres militantes, votantes y simpatizantes del PSPV-PSOE!

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