Palo al nacionalismo del PSPV J. J. PÉREZ BENLLOCH
El profesor Javier Paniagua enseña Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Nacional de Educación a Distancia y es, además, especialista en la figura y obra de Manuel Azaña. Títulos, entre otros, que le acreditan para evocar episodios y aventar diagnósticos acerca de su partido, el PSPV, con el que hoy tiene muy especiales vínculos por ser miembro de la comisión política del PSOE y agente muy activo de la corriente ciscarista en el conflicto de los socialistas valencianos. Agente activo, decimos, aunque no siempre queda claro al servicio de quién, pues resulta alarmante el gusto que revela por la polémica y por chinchar a sus compañeros mártires menos afines.Después de su no muy lejana andanada en estas mismas páginas y sin motivo conocido a quien fuera secretario general del partido, Joan Romero, ahora acaba de emprenderla con la facción nacionalista -y así calificada ya es una exageración- del PSPV. Se refiere el profesor al grupo de sus cofrades que postula una cierta autonomía con respecto al núcleo central del PSOE con sede en Madrid, y que a la postre no es otra cosa que intentar nutrir de contenido el carácter federal que exhiben esas siglas. O eso se desprende, a nuestro juicio, de los discursos y opiniones que ha aireado la llamada corriente renovadora: más autonomía para las federaciones, más democracia interna y otras reivindicaciones parecidas para recuperar el lugar perdido en el corazón del electorado y de las nuevas vocaciones socialistas.
Yo apostaría a que el belicoso profesor no reniega de estas modestas e insoslayables propuestas, pues no tiene él pinta de predicar el centralismo democrático, mero eufemismo del leninismo desleído. Lo que al profesor le fastidia, y a estas alturas resulta asombroso, es el modesto, modestísimo, elenco de compañeros y colegas universitarios que, procediendo del PSPV original -a finales de los años 70- anidan todavía en su partido y proponen las referidas recetas, tenuemente descentralizadoras. En el fondo -y también en la forma- se reproduce el rechazo con que fueron acogidos por el tronco socialista, para los que no eran más que pequeño-burgueses catalanizantes, a los que todavía se les imputa buena parte de los últimos desastres. Siempre ha de haber un bouc émissaire, alguien que pague el pato.
No está en nuestro ánimo formular juicio de intenciones, pero nos tememos que al profesor Paniagua se le ve demasiado el plumero de sus manías personales. Aunque si bien es muy libre de satanizar a quien quiera, comete un error político al hostigar a este sector y movilizarlo más si cabe contra su jefe de filas Ciprià Ciscar, al que no le habrá hecho mucha gracia este desahogo de su patrocinado. Abanderar exclusiones y condenas de esta guisa no es el mejor viático para liderar, como al fin pretende, la restauración o refundación de un partido que se prefigura abierto, transparente y participativo. Claro que el repetido profesor, con tanta frecuentación de los cenáculos centrales puede haber quedado contaminado por las querencias del extremeño Rodríguez Ibarra, que ensueña un PSOE troquelado al modo del PP o del guerrismo: un jefe y una voz. Como para entusiasmar a la muchachada y concitar de nuevo a la progresía dispersa.
Lo paradójico de este paradojal docente es que, al tiempo que embiste contra los peligrosos nacionalistas -que algo replicarán, imagino yo- subraya la necesidad de elaborar proyectos específicos para la Comunidad. Sin embargo, olvida a este respecto, que ha sido esa componente nacionalista la que ha venido pariendo desde hace lustros los proyectos y estudios más rigurosos sobre este país -el valenciano-, constituyendo posiblemente el fermento intelectual más valioso del partido. Sólo falta anotar aquí nombres y apellidos, empezando por los innumerables discípulos de Ernest Lluch y de cuantos se iniciaron políticamente en el viejo PSPV. ¿Qué propone Paniagua para ellos, una militancia capitiminuida, un carné de segunda clase? Nunca debieron abandonar el Mississippi.
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