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Solas / os

ROSA SOLBES

Cual eremitas al volante, casi tres de cada cuatro rodantes circulamos solas / os en nuestro burrito de uso personal, según concluye un estudio del Real Automóvil Club. Y así se nos ponen las ciudades. A lo que se ve, cuesta conchabarse con compañeros de itinerario, compartir vehículo con quien quizá es más lento a la hora del afeitado o de aplicar la sombra de ojos... o que disfruta de un horario más laxo. Llenar un coche camino de la oficina o la fábrica, optimizar el transporte privado, es estilo americano que no cuaja por acá, y el ahorro de combustible no parece suficiente estímulo pese a que lo pagamos mucho más caro que ellos.

Existen métodos para premiar el gregarismo motorizado. Por ejemplo: si viniendo del centro de San Francisco, pongamos que camino de Sausalito, cruzas el concurridísimo Golden Gate, sólo estás autorizado a alcanzar una determinada velocidad, y acceder al carril rápido, en el caso de que tu coche acarree un mínimo de dos pasajeros. Esta ley tiene sus trampas, pero no hay misericordia si la patrulla te pilla simulando que el perro que copilota sentado en la silla del bebé es tu marido, o hablándole a una raqueta de tenis con sombrero. Para los farsantes perfeccionistas queda la opción de encargar un muñeco hinchable con mejor facha. Quizá hasta los fabriquen a semejanza de aquellos famosos guardaespaldas llamados Kevin Costner o Clint Eastwood, aunque la utilidad sugerida por los vendedores por correo sea algo menos apasionada que la del berlanguiano artefacto de Tamaño natural: en el catálogo presentan a una señora introduciendo el carro en su garage, tranquilizadoramente protegida por el ficticio paquete (con perdón), un cachas que habrá de mantener alejados a los desalmados asaltantes (los cuales ignoran que su presunto contrincante, de caucho fofo en realidad, se arrugaría al primer arañazo).

Y es que mucho hablar, y mucho escribir, sobre lo que mola lo single, pero ya lo dijo aquél: no es bueno que la gente esté sola. Y en lo que se nota que las mujeres avanzamos sin freno es en la aparición de agencias que ofrecen, para momentos en que el protocolo lo aconseja, compañía masculina (casta compañía, insisten). En Amsterdam varias empresas alquilan chicos para señoras de negocios, advirtiendo incluso en su propia denominación que sólo es con esa finalidad, y que el servicio lo prestan carabinas gentiles, ilustrados y de "clase alta".

La prensa de Budapest suele redactar en inglés los anuncios que ofrecen chicas "elegantes, cultas y morales" (no como Julia Roberts, palurda entre el alto standing del Gere) "para acompañar en cenas y viajes". Algunas hasta hablan el yiddish. En cambio aquí hay un zafio chiringuito llamado "La oficina" que asegura disponer de "secretarias con gran profesionalidad y dominio de idiomas" (idiomas que son, desde luego, el francés, griego y turco).

En fin, que esto de andar como la una por la vida lo mismo tiene sus ventajas que sus inconvenientes. Si eres chica, en muchos bailes entras gratis, y hasta te invitan a la primera copa. Pero si te vas de viaje, sale por una pasta no compartir habitación. Y tampoco nos engañemos: no es lo mismo la soledad de Carmen Alborch que la soledumbre de las protagonistas de Benito Zambrano. Qué va a ser lo mismo.

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