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Paradojas de presencia e influencia

"Lo que importa son las obras, no quienes las hacen". Alejandro Font de Mora, portavoz del PP en las Cortes Valencianas, atinó ayer en su primer comentario sobre la composición del nuevo Gobierno de José María Aznar. Pero tiró por tierra la estrategia ficticia que ha alimentado Eduardo Zaplana durante años para sustentar la leyenda del denominado poder valenciano. Cada nombramiento de un alto cargo valenciano en el Ejecutivo central ha ido acompañado de exageradas muestras de contento sobre la supuesta capacidad de influencia del presidente de la Generalitat. El martes pasado, sin ir más lejos, el propio Zaplana se sonreía al afirmar que "han sonado" algunos nombres valencianos como futuros ministros.Aznar concedió un momento de gloria a Zaplana cuando le pidió que se sentara a su mesa el pasado miércoles en La Moncloa junto a Carlos Aragonés, actual director del gabinete del presidente del Gobierno, y algunos representantes de las fortunas más acaudaladas del Estado. Pero todo quedó ensombrecido horas después, cuando se abrió el cuaderno azul.

Si Font de Mora está en lo cierto y lo importante son las obras, Francisco Álvarez-Cascos, en Fomento; Cristóbal Montoro en Hacienda; y Jaume Matas, en Medio Ambiente, son los ministros más importantes para la Comunidad Valenciana. La caída de varios peones en el segundo escalón y el fiasco de José María Michavila como supuesto ministro valenciano componen una foto poco halagüeña, que sólo atempera la relación que Zaplana mantiene con Cascos y Matas.

El presidente de la Generalitat cimentó una buena amistad con Cascos cuando atravesaba horas bajas como vicepresidente primero del Gobierno y fue apartado de la secretaría general del partido. Sin embargo, Cascos sólo conoce una lealtad y la guarda para el presidente de Gobierno. Al margen de disciplinado, el ministro de Fomento, ingeniero de Caminos, gusta de descender al detalle. Entre bromas, se comenta que medirá personalmente las traviesas del tren de alta velocidad para comprobar que se ajustan a las especificaciones técnicas. Cascos impulsará las obras si Aznar lo considera oportuno, pero su talante puede traducirse en un retraso considerable.

El nombramiento de Montoro como ministro de Hacienda ha disgustado sobremanera a Juan Costa. El diputado por Castellón y secretario de Estado de Hacienda en el último Gobierno rechaza formar parte del equipo del nuevo ministro. Zaplana tampoco tiene gran simpatía hacia un hombre al que alude despectivamente como "un técnico". La desgracia es que el técnico en cuestión debe visar el nuevo modelo de financiación autonómica, una de las bazas que el PP ha cedido a Zaplana para darle cierto protagonismo.

Jaume Matas, presidente del PP balear, también mantiene una relación estrecha con Zaplana, incluso parentesco a través de sus esposas. Su posición es clave para resolver los estudios de impacto de ambiental del futuro tren de alta velocidad y para cerrar el Plan Hidrológico Nacional, dos de las prioridades de la Generalitat.

Federico Trillo, ministro de Defensa, es diputado por Alicante y nació en Cartagena, pero siempre ha evitado que se le pueda vincular al presidente de la Generalitat.

Todos los ojos se vuelven hacia Mariano Rajoy, hombre fuerte del nuevo Gobierno. Pero las buenas relaciones que Rajoy mantiene con los populares valencianos se extienden a todos los rincones del Estado. Y las cosas no van mejor en el segundo escalón, ya que sólo el posible nombramiento de Gerardo Camps como secretario de Estado para la Seguridad Social, en Trabajo, compensaría la inminente baja de Fernando Villalonga como responsable de Cooperación Internacional, en Asuntos Exteriores.

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