Fianzas

Dentro de 13 días expira el segundo plazo concedido a Mario Conde para que abone la totalidad de esa fianza que pretende librarle de la prisión incondicional. El auto, como todos ustedes saben, lo dictó la Sección 1 de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional elevando el precio de la libertad del ex presidente de Banesto a 500 millones de pesetas, cifra que se consideró justa de acuerdo a la naturaleza de los delitos atribuidos y a las posibilidades reales del procesado. El pasado lunes, el abogado de Conde abonó la mitad de la fianza impuesta a su cliente, pero no pudo reunir el resto para la fecha en que el plazo concluía, es decir, el martes 25. De nuevo el tribunal se mostró transigente y flexible y concedió quince días más al ex banquero para juntar los 250 millones que le faltan y que han de convertir los diez años y dos meses de su condena en un simple trámite burocrático. Todo un detalle. Pero, ¿qué quieren que les diga? Me hacen gracia estas cosas. Y eso de las fianzas y de los trueques me suena tan arcaico y tan fuera de lugar a estas alturas como la caza de brujas, el derecho de pernada o el tanto tienes, tanto vales de nuestros abuelos. No entro en si es justa o no la sentencia que ha impuesto a Mario Conde dos lustros de cárcel, pero si ésta se ha dictado en el respetable marco de la justicia, ¿dónde está el amparo para aquéllos que en caso de delirios de inferior naturaleza carecen de recursos para afrontar el incalculable precio de la libertad?No sé cuántas sentencias se cumplen con rigor en nuestro país y creo que ni me importa. Sí me sorprende saber que en Estados Unidos más de 50.000 presos superan los 55 años de edad y en la mayoría de los casos, sin esperanza alguna de disfrutar de una condicional antes de que la muerte les asista. Estos geriátricos de alta seguridad le cuestan al estado anualmente 520.000 millones de pesetas, ya que estos presos no tienen seguridad social ni cotizan ante el fisco. En países como el nuestro, al parecer prevalece el pragmatismo y el apaño económico: que el condenado, si su bolsillo se lo permite, corra con los gastos y aporte la sustanciosa propina de una buena fianza. La libertad bien se lo merece.
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