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Decenas de detenidos en Pekín en el primer aniversario de la protesta de Falun Gong

Un policía vestido de paisano corre a grandes zancadas. Cuando llega a la altura de una mujer de más de 40 años, le arranca brutalmente la banderola que ella intenta desplegar cerca del mausoleo de Mao. El incidente dura apenas unos segundos. La dama es arrojada sin contemplaciones a una furgoneta. Son las ocho de la mañana del martes 25 de abril en una plaza de Tiananmen cubierta por la contaminación. Decenas de miembros del movimiento espiritual Falun Gong fueron detenidos ayer en el primer aniversario de la protesta masiva que condujo a su ilegalización.

"El Gobierno chino no cesará en sus esfuerzos para doblegar a la secta Falun Gong", declaró ayer en conferencia de prensa Sun Yuxi, portavoz del Ministerio chino de Asuntos Exteriores. "Todos los medios" son válidos para combatir a este grupo "anticientífico y antisocial" cuya ilegalización tiene el único objetivo de "proteger a los ciudadanos chinos", agregó el portavoz. El Gobierno chino rechazaba así la propuesta de diálogo lanzada por los líderes de Falun Gong en EEUU.Coincidiendo con el aniversario de la masiva manifestación de hace un año, Pekín amaneció ayer como una ratonera, con policías apostados en la plaza de Tiananmen y todas sus calles adyacentes, las principales vías de comunicación y las estaciones de autobús y tren de la ciudad. Entre las multitudes de chinos y turistas que paseaban por Tiananmen, los pequeños grupos de este movimiento prohibido se manifestaban pacíficamente contra su represión.

Adoptaban las posturas meditativas propias de este grupo, considerado como un culto satánico por el Gobierno, portaban pequeñas pancartas amarillas con el nombre del movimiento escrito en caracteres rojos, según los testigos. Al tiempo que cada grupo empezaba la protesta, eran parados por algunos de los cientos de policías que les observaban en la vasta plaza e introducidos en las furgonetas policiales, sin resistencia. Después se los llevaban.

Las protestas, aparentemente coordinadas, ya que se iban sucediendo intermitentemente en distintos puntos de la plaza, duraron todo el día. Cerca del mediodía, dos grupos de cinco hombres de más de 30 años cruzaron corriendo la calle principal de la plaza y trataron de ondear sus pancartas amarillas, pero fueron tirados al suelo por policías y detenidos, según los testigos.

Poca gente fuera de China había oído hablar de Falun Gong antes del 25 de abril del año pasado, cuando 10.000 seguidores de este movimiento, llegados desde varias provincias, tomaron el centro de Pekín e hicieron una sentada pacífica frente a Zhonganhai, sede del Gobierno chino, poniendo en jaque a los líderes y en ridículo a los cuerpos de seguridad del Estado. Dentro de China, el grupo era muy familiar para muchos como una de las escuelas de gigong, cuyos seguidores se reúnen en los parques para practicar la meditación y calistenia (ejercicios que conducen a la agilidad y fuerza física).

Un año más tarde, sin embargo, Falun Gong se ha convertido en el enemigo público número uno de Pekín, un símbolo del desafío al Partido Comunista Chino y un foco de críticas contra la situación de los derechos humanos en China en todo el mundo.

Pese a las continuas protestas, el Gobierno se mostró ayer convencido de que se "logrará erradicar este cáncer de la sociedad". "Gracias a la ayuda del Partido Comunista y a la educación recibida por el Gobierno, el 98% de los antiguos miembros de la secta ha renunciado a sus creencias y abandonado el movimiento", anunció Sun, que citó cifras oficiales. El portavoz no quiso, sin embargo, confirmar los últimos datos del Centro de Información de Derechos Humanos de China, que ayer denunció la muerte de otro seguidor de Falun Gong por torturas policiales, con lo que ya son 16 las víctimas mortales de este grupo.

La represión contra Falun Gong ha afectado también a otras 70 organizaciones místicas vinculadas al gigong, ilegalizadas en los últimos meses por el régimen de Pekín. Falun Gong es una amalgama de creencias budistas y taoístas, técnicas de meditación, curanderismo y otras tradiciones populares, como danza y artes marciales.

Tres meses después de la prohibición de Falun Gong, el Gobierno lanzó una caza que llevó a la detención de 35.000 personas. Muchas de ellas fueron liberadas enseguida, pero cerca de 5.000, según el movimiento, han sido enviadas a campos de reeducación sin juicio.

© Le Monde-EL PAÍS

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