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GOLF - TROFEO DE SEVE BALLESTEROS

El continente y las islas, igualados tras la primera jornada Sergio García, y el inglés Lee Westwood hacen pleno en los partidos por parejas

Hace 20 años que Severiano Ballesteros mantiene, para escándalo de irlandeses, ingleses, escoceses y demás moradores de las tierra inventoras del golf, que el continente era superior a las islas. Y dado que ningún británico llegaba a creérselo, el genial cántabro tuvo que pasar de la teoría y recurrir a la práctica. Todo quedaría claro tras el Trofeo de Seve Ballesteros, el enfrentamiento entre equipos de las islas y del continente, que ayer comenzó a disputarse en terreno insular (Sunningdale, junto a Londres). Pero tras la primera jornada ni Ballesteros ni los insulares pueden contar con más argumentos para zanjar la discusión. Ocho partidos por parejas jugados, cuatro por la mañana (foursomes, a la mejor bola) y cuatro por la tarde (fourballs, cada uno con su pelota), y empate a cuatro al final del día. Y aunque el emparejamiento Ballesteros-Olazábal (la casi imbatible pareja de la Ryder a partir de 1987) atrajo toda la emoción de los amantes del golf (aunque cayeran por dos golpes), fueron los más jóvenes quienes llevaron el peso. Dos jugadores de los 20 que actuaron hicieron pleno, consiguieron dos puntos: Sergio García por el lado continental, y el inglés Lee Westwood por los anglófonos. Y ambos, el español más que nadie, representan al golf del futuro.

Ballesteros, que aparte de jugar actúa de capitán continental, criticó al capita´n europeo en la Ryder (el inglés Mark James) por no hacer jugar a todos sus seleccionados antes de los partidos individuales del domingo. Lo consideró un error que pudo llevar consigo la derrota, un error que él no cometió. Dos jugadores de aquellos marginados en Boston están en la selección continental de Sunningdale, el francés Jean van de Velde y el sueco Jarmo Sandelin; los dos jugaron ayer, un partido cada uno, los dos compartieron compañero, el veinteañero de Castellón Sergio García. Los dos, claro, ganaron sus partidos.

El matinal, el foursomes, tenía también ambiente especial para Van de Velde: en la pareja rival jugaba Paul Lawrie, el escocés que se aprovechó de sus errores en el último hoyo de Carnoustie para ganar el Open Británico. Y entre el aire de revancha, y el ímpetu del Niño, el partido, y la victoria, se encarriló enseguida. Triunfo por tres golpes a falta de dos. Justamente el único triunfo de los continentales. Olazábal y Jiménez, la pareja que funcionó en la Ryder, cayeron (2 y 1) ante Montgomerie y Woosnam, los veteranos insulares, y los alemanes Cejka y Langer también sucumbieron (4 y 3) ante Clarke y Westwood, los pesos pesados rivales. La cosa podría haber sido menos dramática si el danés Thomas Bjorn no hubiera fallado un putt de un metro en el último hoyo ante Harrington-Price (ganaron por uno). Pero faltaba la tarde, la modalidad de las cuatro bolas, cada uno con la suya.

Nuevo enfrentamiento generacional y gozosa recuperación de los tratados de amistad hispano-escandinavos. Westwood y David Howell, dos ingleses de la misma camada, y del mismo estilo, dieron de entrada, sufrieron y finalmente remontaron (aprovecharon, esto es, el mal día en los greens de los españoles) a Olazábal y Ballesteros. 4 a 1 para la islas. Parecía goleada, pero no ganaron más. Los alemanes Cejka y Langer se entonaron y puntuaron. 4 a 2. El resto era cosa de españoles, suecos y daneses.

Al go debe haber en la sangre de Sergio García, algo quizás desconocido, que la hace combinar perfectamente con la sangre escandinava. La química triunfó en Boston (la famosa pareja con el sueco Parnevik arrasó) y ha vuelto a triunfar en Londres. Jarmo Sandelin, el extravertido sueco de origen finlandés, y Sergio García se amaron, se animaron, se entendieron, se empujaron y desbordaron. Eagles, birdies, grandes golpes. 3 y 2 sobre Lawrie y Montgomerie, la estelar pareja insular.

El otro combinado hispano-escandinavo fue el del danés Bjorn con Miguel Ángel Jiménez. Más serios, más maduros, se agarraron al campo y ganaron a Clarke y Bickerton.

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