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La tristeza de Ronaldo no tiene fin El jugador brasileño del Inter vuelve a lesionarse en su reaparición tras 144 días inactivo

Las miradas incrédulas, las manos en la cabeza, los gestos de no poder entender, las lágrimas inconsolables. Hasta los adversarios conmovidos. La camilla que otra vez levanta la humanidad de Ronaldo para trasladarlo del campo a un hospital. El destino ensañado con este muchacho, lleno de talento para el fútbol, pero que de un tiempo a esta parte ha sido abandonado por la foturna.Entró al campo en el segundo tiempo, cuando el reloj marca 58 minutos y 23 segundos, y el resultado veía caer a su equipo por 2-1. Tuvo tiempo sólo para tocar el balón en tres oportunidades. A los 61 recibió la primera pelota amenazando un arranque de los suyos, que no prosperó. Un minuto y medio después, el portugués Couto le hizo una dura entrada por detrás, pero ahí Ronaldo no se resintió. En los 10 segundos que permaneció en el piso quizá se le cruzó una premonición. Se levantó sin problemas y fue a buscar la jugada en el área, pero el balón le pasó lejos. Después, cuando corría el minuto 64 y 36 segundos, recibió la última pelota de su ínfimo partido. Dos fintas alcanzó a dibujar en las inmediaciones del área, amagó ir hacia la izquierda y rápidamente cambió hacia la derecha, cuando de verdad arrancó para encarar a los tres marcadores que le esperaban a una distancia respetable, la pierna derecha se empecinó en quedarse bloqueada sobre el césped, el movimiento de la rodilla fue antinatural -la misma que le lastimó el 21 de noviembre de 1999-, y la mueca de dolor fue evidente para todo el estadio.

Adiós regreso, 144 días de trabajo duro, de recuperación fatigosa y paciente, se transformaban en lágrimas propias y ajenas. Un murmullo de ansiedad corrió por las gradas del estadio y conmovió la noche. Panucci, el defensa ex madridista ahora compañero de Ronaldo en el Inter, se alejaba del tumulto que rodeaba al brasileño en la puerta del área, con las manos en la nuca y la desesperación en el rostro.

El entrenador del equipo milanista, Marcelo Lippi, petrificado y solo en el banquillo, se cogía la cara con ambas manos, como no queriendo ver ya nada más.

Simeone, de la Lazio, informaba con el gesto de su mano derecha, la palma paralela al piso y el movimiento repetido de izquierda a derecha, que hasta allí llegaba la historia del regreso para el delantero centro del Inter, que también fue su compañero.

En la tribuna de prensa, repleta de periodistas, llegados para ser testigos de la vuelta al fútbol del jugador más famoso del mundo, corría una especie de electricidad, que viajaba de mirada en mirada. Y que no se puede contar, sólo sentir.

Algunos periodistas, que estaban cubriendo los acontecimientos al borde del terreno de juego, acompañaron la camilla y las lágrimas del astro hasta el vestuario. Y pudieron oír los gritos de rabia y dolor que inundaban el pasillo del estadio Olímpico de Roma.

Minutos después llegó una ambulancia con intención de trasladar a Ronaldo a un centro médico; incluso fue subido al vehículo, pero el médico del Inter, el doctor Piero Volpi, decidió que fuera llevado de nuevo al vestuario.

Allí, Ronaldo fue visitado, entre otros, por Massimo Moratti, presidente y accionista mayoritario del Inter de Milán, y por Franco Carraro, presidente de la Liga Profesional Italiana de Fútbol. Moratti abrazó e intentó consolar a un Ronaldo inmerso en lágrimas. Al término del partido, jugadores y dirigentes del Lazio acudieron también para darle ánimos.

En un primer momento, se consideró la posibilidad de que Ronaldo saliera anoche mismo hacia París, en un avión privado, para ser examinado por el doctor Gerard Saillant, quien le operó el pasado 30 de noviembre de una rotura parcial del tendón rotuliano de la misma articulación. Pero, con posterioridad, el cuerpo médico interista, tras ponerse en contacto con el propio Saillant, creyó más oportuno el desplazamiento primero a Milán, sobre todo por la avanzada hora de la noche y en un intento de que se recuperé moralmente al ver a su familia. Hoy se conocerá el alcance de su lesión.

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