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Maragall ante el nuevo escenario FRANCESC DE CARRERAS

Francesc de Carreras

Las cuatro elecciones de los últimos meses -locales, europeas, autonómicas y generales- han transformado profundamente el escenario político catalán y tanto el panorama actual como el futuro es distinto del que se podía prever hace un año.Esquemáticamente y, por tanto, sin muchos matices, puede trazarse el siguiente cuadro resumen. CiU ha perdido votos en todos los comicios y su balance global es claramente negativo. ERC se mantiene, pero no aprovecha los votos que pierde CiU. El PP se mantiene a la baja en las tres primeras elecciones, pero sube muy significativamente en las generales. El PSC obtiene buenos resultados en las locales y europeas, casi gana las autonómicas y desciende más de lo previsible en las generales. En la pequeña franja que queda a la izquierda del PSC, el combate entre IC y EUiA es ganado claramente por el primero, aunque el balance global es negativo para ambos. Ultimo dato: en todas las elecciones la abstención ha sido muy alta.

Este cuadro estático de los recientes procesos electorales era, en sus líneas generales, perfectamente previsible o, por lo menos, no ha ocasionado grandes sorpresas. Sin embargo, a raíz de estos resultados -especialmente de los resultados de las generales- se ha abierto una dinámica imprevisible y nueva que afecta al cuadro general resultante en sus aspectos más centrales.

Esta dinámica está basada en el significado que probablemente adquieran las nuevas relaciones entre CiU y el PP. En efecto, los malos resultados de CiU han tenido lugar en un contexto muy específico: en un momento en el cual el partido se ha radicalizado desde el punto de vista nacionalista a través de una nueva dirección -Esteve, Puig y los jóvenes talibanes- que había sustituido a la más moderada de la época de Roca Junyent. La nueva ley del catalán, la Declaración de Barcelona, las selecciones deportivas, no han aportado ningún voto; al contrario: han hecho perder votos. Esta radicalización nacionalista no es el único motivo: también lo son la ineficacia del Gobierno de la Generalitat, el desbordado déficit público y el creciente aroma de corrupción. Pero, en todo caso, la resultante es que no sólo CiU ha perdido votos, sino que en el interior de la coalición ha perdido peso e influencia el sector nacionalista, en concreto la actual dirección, y están recuperando peso e influencia el sector moderado y Unió Democrática, encabezada por Duran Lleida.

Por su parte, los resultados del PP en las elecciones generales suponen la implantación definitiva de este partido en Cataluña con una perspectiva de futuro ascendente. Esta perspectiva viene determinada no sólo por sus resultados en Cataluña, sino especialmente por su mayoría absoluta en España, que hace previsible una larga etapa -más allá de los próximos cuatro años- de gobierno en Madrid. Esta expectativa ya le está dando adeptos catalanes que se habían aliado coyunturalmente -una coyuntura ciertamente larga, de 20 años- con Convergència aunque ideológicamente no se identificaran con ella. No son casuales las recientes discrepancias del Círculo de Economía -¡nada menos que por una cuestión de lengua!- y de la Cámara de Comercio con posiciones muy antiguas e importantes del Gobierno de Pujol. Se trata de asociaciones muy representativas de los empresarios catalanes que antes temían a Pujol y no se atrevían ni a rechistar en público y ahora, tras el triunfo del PP, van perdiendo el miedo que les atenazaba. Recientes cambios en la prensa barcelonesa van en el mismo sentido.

Todo ello significa que una cierta clase empresarial y profesional, moderada desde todos los puntos de vista, también en el nacionalista, y muy central en la sociedad catalana, puede seguir votando al partido de Pujol siempre que se modere y se aparte de los recientes radicalismos. Ahora bien, con un PP gobernando en Madrid e implantado en Cataluña, estos mismos sectores pueden también optar por dar su apoyo y su futuro voto al partido de Aznar considerando que ya ha salido del gueto.

Todo ello incide en el futuro del PSC. Como es sabido, en el partido socialista coexisten dos tendencias. Una se caracteriza por estar socialmente implantada en los sectores más propios de un partido de izquierdas: clases trabajadoras, de origen inmigrante, ideológicamente socialistas y no nacionalistas. La otra es más propia de sectores catalanistas de izquierda, anclada en clases medias y profesionales e ideológicamente más diversa. El partido ha estado dirigido fundamentalmente por este segundo sector, aunque a partir del Congreso de Sitges, en 1994, el peso del primero ha ido creciendo. La intención de Maragall es renovar a los gastados dirigentes del sector catalanista moderado para que desde él se pueda continuar dirigiendo el partido, aunque con un discurso renovador en la línea de Tony Blair, logrando así atraer a los sectores empresariales y profesionales descontentos con CiU por su radicalismo nacionalista y su ineficacia de gobierno. Se trata de la estrategia sociovergente que casi triunfó en las pasadas autonómicas.

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Ahora bien, la previsible nueva posición moderada de CiU y la nueva personalidad del PP en Cataluña tras las recientes elecciones son un torpedo en la línea de flotación de esta estrategia maragalliana. Los empresarios y profesionales que escuchaban muy atentos a Maragall se encuentran ante un escenario renovado, con opciones más atractivas que las que les puede ofrecer un partido socialista sin expectativas inmediatas de alcanzar el gobierno en Madrid.

Habrá que ver cómo se desarrollan las relaciones entre CiU y el PP en los próximos meses; pero, seguramente, una ocasión tan propicia como la de octubre pasado para que Maragall sea presidente de la Generalitat no se volverá a repetir. Los trenes de la historia, en muchos casos, sólo pasan una vez, y con un escenario transformado, lo más coherente es que el partido socialista se dirija, por primera vez en unas elecciones autonómicas que nunca ha ganado, a su electorado natural, aquel que se abstuvo otra vez en octubre pasado impidiendo, también una vez más, que los socialistas catalanes aprobaran su asignatura pendiente.+

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