_
_
_
_
Entrevista:GARY HUME ARTISTA BRITÁNICO

"Soy un terrorista de la belleza"

Es apabullante la cantidad de referencias e influencias que los críticos han visto en la obra de Gary Hume (Kent, Inglaterra, 1962), artista que hoy inaugura una exposición de sus pinturas de los años noventa en el Centro Cultural de la Fundación La Caixa en Barcelona, en donde podrá verse hasta 25 de junio. Se dice, por ejemplo, que sus primeras obras -pinturas monocromas y planas que recordaban en su forma y color las típicas puertas de acceso a edificios públicos, como los hospitales- aludían a los famosos ready made de Duchamp y a las esculturas minimalistas de Donald Judd. Más adelante, cuando desde 1993 empezó a utilizar imágenes figurativas, se le relacionó con el pop de los artistas Tom Weselman y Warhol. Con este último compartió la técnica de proyección en el soporte de la pintura de imágenes extraídas de los medios de comunicacióna que posteriormente reelabora. En los últimos años también se le han visto relaciones con la pintura de Picabia o Polke por la superposición de siluetas en una misma figura y no faltan referencias a Pistoletto por las superficies reflejantes de sus obras. Gary Hume no se amilana ante esta constante referencia a la historia. "Soy un poco todas estas personas, pero no soy un historiador, sino un pintor. Formo parte de todo ello, pero a las pinturas les preocupa ser ellas mismas y, evidentemente, espero que haya una diferencia entre lo que hago y lo que hacía toda esta gente".Hume se ha dado a conocer, entre otras cosas, por el aspecto decorativo y bello de sus pinturas. En algunos contextos, esto se considera incluso un desafío. "Ahora estos cuadros no parecen tan provocativos, pero en su momento lo fueron", afirma. "Soy un terrorista de la belleza. Es como si hubiera colocado bombas de belleza en todas partes". Naturalmente, es el fruto de una decisión perfectamente calculada. "Pensé que estar en el estudio y hacer algo feo o duro era demasiado fácil. Ya hay mucha gente que es experta en ello".

Con esta ironía desencantada que caracteriza a buena parte de su generación, Hume realiza unas imágenes enigmáticas y ambiguas en las que aparecen pájaros, desnudos, retratos, flores o figuras geométricas. Trabaja sobre planchas de aluminio, utiliza pinturas plásticas generalmente de colores vivos y pastelosos, y extrae los temas de libros, fotografías y revistas. "No son pinturas narrativas, no soporto la narrativa, pero no encuentro los temas al azar. Ya me gustaría pensar que puedo pintar cualquier cosa, pero no es así. Miro mucho y de repente veo una imagen que puede ser una pintura. Busco algo visual que tiene un pathos que puedo sacar en el cuadro".

Hume representó a su país, Gran Bretaña, en la última Bienal de Venecia. De hecho, el grueso de la treintena de obras que integran esta exposición, realizadas entre 1998 y 1999, se presentó en la ciudad de los canales. Era la consagración definitiva de un artista que no ha realizado el camino en solitario. Hume pertenece a una generación, conocida como los Jóvenes Artistas Británicos, que no ha parado de escandalizar y encandilar a la sociedad británica. Se dieron a conocer en 1988 con una serie de exposiciones, tituladas Freeze y organizadas en Londres por el también artista Damien Hirst -conocido por sus disecciones de animales-, cuyo último episodio fue la polémica Sensation, que pudo verse hace unos años en Londres, Berlín y Nueva York.

La polémica, todo hay que decirlo, nunca ha venido de la mano de Hume, sino de las imágenes explícitamente sexuales o violentas de algunos de sus compañeros de exhibición colectiva, con muchos de los cuales compartió estudios y ahora comparte éxitos. "Lo que pasó es que estábamos todos en la misma universidad, el Goldsmith's College. Aquélla era una época intermedia entre la esperanza total y la recesión. Teníamos el sentimiento de que no podíamos perder nada. Casi todos los artistas proveníamos de la clase trabajadora y no estábamos de acuerdo con las normas que imperaban en el sistema del arte. Era la época del derrumbe de las ideologías, la caída del comunismo y todo esto. La verdad es que no había ningún manifiesto respecto al arte. Simplemente se trataba de hacerlo; mostrar la perspectiva que tenía cada uno de lo que estaba pasando".

Es algo que ha continuado a lo largo de estos años. Siguen siendo amigos -"nuestra relación se basa en el respeto y la amistad"- y pese a las grandes diferencias entre sus distintas obras, en muchos casos comparten galerista -Jay Jopling-, coleccionista -Charles Staachi- y el apoyo de buena parte de las instituciones museísticas de varios países, incluido el suyo. El éxito fue casi inmediato. "Es algo que ocurrió", afirma. "No teníamos el objetivo de triunfar, pero por otra parte, si el éxito es algo que está ahí fuera no veo por qué no debíamos tenerlo nosotros. Creo en la validez de mi pintura. Si toda esta gente me apoya, me parece algo natural, y si no lo hace, pienso que son unos idiotas. Tampoco me preocupa que de repente dejen de interesarse en mi trabajo, porque tienes que confiar en que el arte es algo mayor que todo esto".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_