Raúl resuelve la vida al Madrid
Aplastante superioridad del Celta, que falló ocasiones clarísimas y se encontró con la enemiga del árbitro
El Real Madrid regresó a su estado doméstico frente al Celta, que amagó pero no dio. Tampoco le dejó el árbitro. Fernández Marín se desinteresó por dos penaltis en el área madridista, uno de Helguera a Gustavo López, el otro de Roberto Carlos a Karpin. El Celta tiene derecho a la queja contra el colegiado, pero también contra la falta de precisión de Karpin y Mostovoi, que pudieron dar boleta al Madrid en tres remates sencillísimos que ni tan siquiera necesitaron de la intervención de Casillas. Fallaron los tiros y dejaron el partido expuesto para el más listo. Raúl, por supuesto. Transformó con picardía -y con la ayuda del portero- un tiro libre que dio la victoria al Madrid. Demasiado para los méritos de un equipo que observó todos los defectos que le han caracterizado durante la temporada: el paso lento, la escasa firmeza de las líneas, la ausencia de un plan colectivo, el punto habitual de apatía. Claro que al Madrid siempre le queda Raúl, fuera de cualquier juicio. Raúl no jugó bien, preso de una fatiga evidente, pero ganó el encuentro. De eso sabe más que nadie.Fuera del gol de Raúl, y de alguna oportunidad en los últimos minutos, el Madrid se remitió a sus pesadísimas actuaciones en la Liga. El público lo entendió así y silbó de lo lindo. Hasta que marcó el gol. Entonces todo el mundo se volvió comprensivo con los errores, que fueron numerosísimos.
REAL MADRID 1CELTA 0
Real Madrid: Iker Casillas; Michel Salgado (Geremi, m.41), Iván Campo, Helguera, Roberto Carlos; McManaman, Redondo, Guti (Balic, m.58), Savio (Karembeu, m.83); Raúl y Morientes. Celta: Pinto; Velasco, Cáceres, Djorovic, Juafran; Karpin, Makelele, Sergio (Belmadi, m.81), Mostovoi, Gustavo López (Revivo, m. 68); y Mc Carthy (Turdó, m. 61). Gol: 1-0. M. 67. Raúl, de libre directo. Árbitro: Fernández Marín. Mostró tarjeta amarilla a Guti, Balic, Helguera, Sergio, Gustavo López y Djorovic. Unos 60.000 espectadores en el estadio Santiago Bernabéu.
A la gente le entraban ganas de ovacionar al Celta, cuya superioridad resultó palmaria. Por juego y por oportunidades. Sin llegar a la maravillosa actuación de la última temporada, le dio un repaso al Madrid, especialmente en el primer tiempo. Con un fútbol ágil, inteligente y sencillo, manejó el partido con tanta comodidad que sólo así se explican los fallos de Karpin y Mostovoi en las ocasiones que tuvieron. Pareció que no les importaban los errores, convencidos de que llegarían más oportunidades. No llegaron y al Celta se le escapó una victoria que se trabajó a conciencia.
Gustavo López se encargó de destruir a la defensa madridista en la primera parte. Por un deficiente estado físico o porque sus carencias defensivas son notables, Salgado vivió un drama frente al extremo. En su primera arrancada pasó como un cohete entre los defensores y envió un centró perfecto al segundo palo. Karpin lo alcanzó sobrado, sin nadie enfrente, pero se dejó llevar por la confianza y puso el pie blandito. De nuevo Gustavo López colocó un pase para un remate franco de Karpin, que falló una volea sencilla. La tercera oportunidad correspondió a Mostovoi, futbolista fiable en el área. Por frío y por preciso. No en esta ocasión. Recibió un excelente pase de Makelele, se perfiló ante Casillas y lanzó fuera. En el Celta se generó la misma sensación de incredulidad que en Chamartín. Nadie podía creerse el empate.
El Madrid sólo tuvo una ocasión en el primer tiempo. Más que oportunidad fue una proeza de Morientes, autor de una chilena hermosísima que pasó a una cuarta del palo. No hubo más, así que el personal la tomó con Guti. Y con razón. Jugó mal, desastrado, sin energía. Redondo tampoco se personó. Savio no podía con la fortaleza de Velasco. Raúl parecía ajeno, maquinando algo para la segunda parte. El único que dio señales de actividad fue McManaman.
En la segunda parte, Fernández Marín ofició contra el Celta en dos jugadas que le inhabilitan. Para entonces, Raúl ya había dado señales de vida. El partido había entrado en un estado de indefinición que no beneficiaba al Celta. Makelele comenzaba a pasar dificultades para encontrar el hilo. Mostovoi parecía muy fatigado, lo mismo que Gustavo López. El Celta había dejado vivo al Madrid. No tardó en pagar las consecuencias. Raúl se adjudicó uno de esos tiros libres que Roberto Carlos convierte cada cuatro meses. Lo transformó con pillería. El portero le ofreció el segundo palo y Raúl no dudó en colar el balón por allí.
Una vez más, el gol vino a repetir la vieja historia, la de un equipo que casi nunca se emplea a todo gas. Un equipo muy capaz para buscar cientos de disculpas a su pésimo juego. Un equipo, en fin, que ayer se encontró con los errores de Mostovoi y Karpin, con la incompetencia del árbitro y con la extremada competencia de Raúl cuando se trata de hacer goles y ganar partidos.
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