Un vandalismo dirigido desde Herri Batasuna
Aunque la violencia callejera se ha querido vender, desde las filas del abertzalismo radical, como un movimiento de respuesta espontánea, siempre ha estado férreamente dirigida. Lo prueban sus estratégicos parones en las semanas previas a las elecciones, tanto de octubre de 1998 como de junio de 1999, en las que EH obtuvo excelentes resultados.La kale borroka se inició como epílogo de manifestaciones radicales, cuando grupos de jóvenes se enfrentaban con la Ertzaintza y llevaban a cabo actos de vandalismo callejero. Más tarde, desde 1993, tomó la forma de contestación a la ocupación de la calle por manifestantes pacifistas durante los secuestros de Julio Iglesias Zamora y José María Aldaya. En sus primeros tiempos, la Ertzaintza, miembros del PNV y sus batzokis (sedes sociales) fueron los objetivos.
Además de "socializar el sufrimiento" que padecían los presos de ETA y sus familiares -objetivo declarado de una ponencia de HB de 1995-, el vandalismo llevaba implícita la aspiración de hacer moverse al PNV de su alianza con los partidos de Ajuria Enea. El foco de interés cambió hacia el PP, lo mismo que la acción de ETA con el atentado contra Aznar y el asesinato de siete de sus concejales vascos, cuando se vislumbró que este partido accedería al poder.
Cargos y afiliados
La presión de este terrorismo no ha desaparecido, ni siquiera durante la tregua de ETA. Con la ruptura de ésta se produjo la paradoja de que los grupos de apoyo a ETA aumentaron sus acciones haciendo de los socialistas su objetivo preferente. Más de 20 cargos, sedes o afiliados han padecido desde el pasado diciembre, normalmente en sus domicilios, algún ataque. Se trataba de presionar a quien ofrecía expectativas de llegar al Gobierno. Sin embargo, tras la derrota electoral del PSOE, los ataques no sólo no han cesado, sino que se amplían a familiares y vecinos.
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