VOLAR ES UN PLACER COSTOSO
Dallas y Manchester están separados por el Atlántico. Ocho horas y media en avión. La cabina de primera clase ofrece reclinatorios y al menos cuatro películas. Y oscuridad. Pero Amanda Holt, una atractiva empresaria británica de la empresa Nortel Networks de Canadá, perdió su trabajo por dos razones: Una, por exceso de consumo de alcohol en el asiento 9A de primera clase del Boeing 757 cuyos reclinatorios son perfectamente horizontalizables, en los que -cortesía del abundante champán gratis en el directo Dallas-Manchester de United Airlines- todo se convirtió en química. A su lado, en el 9B volaba David Machin, otro alto ejecutivo -también un mandamás del imperio de las tarjetas Hallmark-. El episodio ocurrió en octubre. El fallo de la justicia británica ayer. En los aviones no se puede fumar, pero en los letreraros no hay ninguna advertencia para quereres espontáneos que tratan de copiar "los amores apasionados a los que sólo el sexo responde a 2.000 millas de la superficie terrestre" y gracias a las frazadas suplidas por la aerolínea, todo debe ser invisible. No para esta pareja. Los amantes aéreos deben pagar 2.250 libras esterlínas y 1.100 libras más (a 273 pesetas cada una) por los gastos judiciales que una intrusa denunció como "un acto alarmante".- ,
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