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Tribuna:LA HORMA DE MI SOMBRERO
Tribuna
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Michel del Castillo JOAN DE SAGARRA

El pasado domingo, a propósito de la visita que le hice a Terenci Moix en la clínica Teknon, mencioné la novela Tanguy, de Michel del Castillo, un capítulo de la cual transcurre en el Asilo Durán (donde hoy se alza la clínica Teknon), un reformatorio de siniestra memoria en el que Michel del Castillo estuvo internado entre 1945 y 1949.Leí Tanguy a finales de los cincuenta, en la edición francesa de Julliard, y la he vuelto a leer esta semana en la traducción castellana de Olga Beltrán de Nanclares, editada por Ikusager Ediciones (Vitoria, 1999). Tanguy, la primera novela de Michel del Castillo, empieza así: "Todo había comenzado con un cañonazo. Era la guerra en España. Pero Tanguy no guardaba de aquellos años sino algunos recuerdos confusos. recordaba haber visto largas colas inmóviles ante las tiendas, casas descarnadas y ennegrecidas por el humo, cadáveres en las calles, milicianas con el fusil al hombro que detenían a los transeúntes para pedirles la documentación; se acordaba de haber tenido que acostarse sin haber comido nada, de haber sido despertado por el triste ulular de las sirenas, de haber llorado de miedo al oír a los milicianos golpear a la puerta de madrugada...".

Tanguy narra la historia de un niño, Tanguy (Michel del Castillo), hijo de un francés y de una española, que huye con su madre, roja, de la España en guerra -una guerra que se sabe perdida-. Cruzan la frontera francesa y son internados en el campo de concentración de Rieucros, cerca de Mende; poco después la madre abandonará a su hijo en Marsella, donde éste será detenido junto a unos judíos. Trasladado a París, será enviado finalmente a un campo de exterminio nazi. Sobrevivirá. Regresará a España, en busca de su abuela, pero, ¡ay!, ésta acaba de fallecer y Tanguy terminará ingresado en el Asilo Durán (en la edición de Inkusager se omite su verdadero nombre: se le llama "Asilo Dumos. Centro Reformatorio", y en una nota de pie de página se indica: "El autor considera deber suyo informar a sus lectores que, en todo cuanto va a seguir, no se trata del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas").

Cuando Tanguy se publicó en Francia, en 1957, Michel del Castillo tenía 24 años y su novela le convirtió en una celebridad. Desde entonces ha escrito dos docenas de libros, ha ganado importantes premios, ha sido traducido a diversos idiomas, pero sigue siendo el autor de Tanguy, libro que en Francia es de lectura obligada en muchos colegios, desde hace años, como aquí lo es El diario de Ana Frank. Además, desde que Michel del Castillo escribió Tanguy toda su obra posterior gira en torno a la memoria fragmentada de ese niño; en torno al personaje, omnipresente, de la madre -Cándida, Isabel, Victoria, Dina, Fina-, que el hijo reencuentra en 1955, una madre que le confiesa haberle creído muerto, pero que él descubrirá, años después, que le sabía vivo; vivo y definitivamente abandonado; en torno al padre, a los hermanos bastardos, a los hijos de éstos... En su último libro, L'adieu au siècle. Journal de l'année 1999 (Éditions du Seuil, París, 2000), Michel del Castillo cita la carta de una universitaria española residente en Friburgo (Alemania), en la que ésta le dice que no son los recuerdos la causa de su "maladie d'écrire", sino su incapacidad de olvidar. "Vivir", le escribe la universitaria, "es poder olvidar. Pero usted no logra llegar a olvidar, lo que le condena a revivir sin cesar".

En La Vanguardia del pasado jueves, José Martí Gómez se ocupaba, de pasada, del último libro de Michel del Castillo y decía de él que "es un escritor con poca suerte en España pese a ser español" (es decir, nacido en Madrid, en 1933, de madre española). Lleva razón mi amigo y maestro Martí Gómez: sólo cinco libros de Michel del Castillo traducidos al castellano -Tanguy (1959), editado por Noguer; La guitarra (1960), editado por Noguer; Las lobas del Escorial (1973), también por Noguer; La noche del decreto (1982), editado por Grijalbo Mondadori; El tiovivo español (1991), editado por Mira Editores, de Zaragoza-. Casi todos agotados: hoy tan sólo se encuentran en las librerías la edición de Tanguy de Inkusager y la de El tiovivo español.

Sin embargo, Michel del Castillo parece ser aquí, en España, un escritor para escritores. "Conocí a Michel del Castillo en París, hace unos años, y al estrechar su mano sentí la misma emoción que cada vez que me encuentro en presencia de alguien que ha atravesado los peores infortunios de nuestro tiempo", escribe Antonio Muñoz Molina en el prólogo a la reciente reedición de Tanguy. En L'adieu au siècle, el autor cita a Mendoza (Eduardo): "J'ai, selon lui, biographé le roman"; cita a Manuel Vázquez Montalbán, el cual le dice que nueve de cada diez muchachos recluidos en el Asilo Durán "ont fini en prison ou à la Légion"; cita a Lluís Sala Molins, profesor de filosofía política y traductor (al francés) del Manual para inquisidores de Eymerich, el cual le dice que acaba de leer su libro La Tunique d'infamie y ha reconocido en él a uno de esos inquisidores, ha escuchado el sonido de su voz...

¿Escritor con poca fortuna, escritor para escritores? Lo importante es que, después de 40 años, Tanguy ha vuelto a editarse en español. Que la terrible historia del niño Tanguy, del adolescente Tanguy, puede de nuevo encontrarse en las librerías españolas (si de mí dependiese, lo vendería también en todas las farmacias de guardia). Un libro, una historia, para descubrir o redescubrir. Y de allí, si es su gusto, y yo se lo recomiendo, engancharse a esa criatura literaria que es Michel del Castillo -todo él es pura literatura, de la mejor-, a su memoria fragmentada, a esa madre, omnipresente, que a veces se le aparece como una cobra amenazante y otras la recuerda recitando a Lorca, a Machado, a Baudelaire. Aquella madre que le decía: "La musique, mon petit, ça ne sert à rien, ça ne dit rien. Ça vous élève, ça vous transporte dans un vers où nous cesson d'être chétifs, étroits, avares, pour devenir plus que nous-mêmes". La madre que lo abandonó y, al mismo tiempo, "m'a fourni les armes dont je me suis servi pour échaper au naufrage".

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