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Tribuna
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A secas

Por fin llueve. No ha hecho falta acudir a las rogativas, aunque quizá sea un gesto divino tras la victoria de los suyos por mayoría absoluta. Si duran las lluvias, podremos volver a olvidarnos por un tiempo "unos meses, un par de años, quizá", de que la falta de agua es en esta tierra un mal crónico, aunque sólo nos acordemos cuando este mal se manifiesta de forma aguda.Hemos tenido, dicen, el invierno más seco en no sé cuántos años y, una vez más, hemos caído en la cuenta de lo poco que dura la alegría en la casa del pobre. ¿Se acuerda alguien de cómo se desembalsaban pantanos en 1996 y 1997, cuando las lluvias torrenciales siguieron al último ciclo de sequía?

Ha tenido que aparecer de nuevo el fantasma de las restricciones para que nos volvamos a acordar de lo poco que se ha hecho. El PP ha prometido un Plan Hidrológico Nacional, cosa que también pregonó, y no cumplió, el último Gobierno del PSOE. De la superstición de las rogativas hemos pasado a la superstición de los grandes planes, siempre anunciados y nunca acometidos.

Lo cierto es que la capacidad de los embalses andaluces no ha crecido ni un metro cúbico desde la última sequía. Tampoco, que se sepa, se ha hecho gran cosa para mejorar las conducciones que pierden casi tanta agua como la que se consume, ni se ha fomentado el uso de contadores individuales donde aún no existen para que los usuarios puedan controlar el gasto. Es decir, estamos exactamente como estábamos hace cinco años.

Al ver que todo se repite, tentado estoy de rebuscar en el disco duro de mi ordenador y echar mano de uno de los artículos que escribí en 1995. Es entonces cuando me encuentro con unos datos proporcionados por Ecologistas en Acción, que contempla el problema desde una perspectiva bastante original.

Este grupo propone un uso racional del agua y se opone a la construcción de nuevos embalses, lo que, según ellos, no es sino una manifestación del "pensamiento único" en materia hidrológica. Lo cierto es que los Ecologistas en Acción proporcionan una serie de datos bastante interesantes.

Según ellos, el arrozal sevillano consume tres veces más agua que la ciudad de Sevilla. Tal despilfarro se produce en unos cultivos que están altamente subvencionados, son propiedad de unos pocos y, además, no generan una significativa cantidad de puestos de trabajo.

Los ecologistas denuncian la existencia de una agricultura depredadora: el 4% de las explotaciones andaluzas consume el 34% de las reservas destinadas a los cultivos. Mientras, el agua agrícola sigue costando dos pesetas el metro cúbico, lo que no es más que la décima parte de su precio. Pero, además, el 40% del agua de regadío se pierde por el mal estado de las conducciones.

El derroche no es sólo cosa de la agricultura, sino también de la industria: los ecologistas afirman que para fabricar un litro de cerveza Cruzcampo se gastan trescientos litros de agua.

Eso sí, para cubrir el expediente, de vez en cuando, las administraciones hacen campañas televisivas de eso que se llama "sensibilización", que, desgraciadamente, apenas sirven para culpabilizar a unos consumidores que, por sí solos, poco pueden hacer para solucionar el problema.

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