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Tribuna
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Digestiones

Estos días, el columnismo periodístico se ha pasado con armas y bagajes al oficio de pitonisas, cuando no al de moralistas políticos, y, por ello, conviene que quienes por oficio nos dedicamos al mal visto oficio de la numerería electoral y el análisis político tenemos la obligación de hilar muy fino y no caer en los lugares comunes de las reflexiones que se hacen aprisa y corriendo o en el autismo de quienes, inasequibles al desaliento y a prueba de toda prudencia, insisten en que el mal está en otro lugar, en el otro, o que ni siquiera hay nada de qué preocuparse.De todas las digestiones que provoca el desenlace electoral la que más me preocupa, como analista y como ciudadano, es la de los vencedores. No me gustan los sistemas electorales de falsa proporcionalidad y, menos, las mayorías absolutas. Pero con ser una simple opción personal no puedo dejar de constatar que las mayorías absolutas de un solo partido producidas por un sistema electoral virtualmente proporcional esconden anomalías y suponen dictámenes del cuerpo electoral casi siempre con encargos negativos para los vencedores. El electorado sabio, el pueblo votante, cuando propicia una mayoría absoluta denota, además, y de manera inequívoca la crisis de los perdedores. Las mayorías absolutas dividen (aquí fuera de aquí) a la oposición y la sumen en errores tácticos y estratégicos suplementarios que dilatan el tiempo de usufructo del poder por parte del ganador.

En las recientes autonómicas no había ninguna duda en la victoria del PP en el ámbito valenciano. A pesar de ello, las izquierdas no sólo iban cada una por su lado sino que parecían combatirse más entre ellas que al PP. El PSPV-PSOE le acababa de quitar a EU, el PDNE, mientras arrojaba lastre político sobrante hacia el BNV. EV huía de la coalición con EU para integrarse en la que encabezaba el BNV. Y, por si faltara algo, en el PSPV-PSOE se producía la defección de su Secretario General y candidato a la Presidencia casi en puertas de la campaña electoral. El BNV parecía emerger como alternativa al tándem PSOE-IU.

La victoria de los populares estaba servida en bandeja por su buena gestión, según creencia mayoritaria; y la absoluta se la brindaba el caos de las izquierdas y la torpe rentabilidad que UV obtuvo de la colaboración/oposición durante la legislatura autonómica que se cerraba. En las recientes elecciones, y quizás levemente advertidos del papel lamentable que el autismo político del conjunto de la izquierda valenciana jugó en el plus electoral del PP, unos y otros intentaron sin demasiada convicción lograr acuerdos para las dos citas con un resultado de poco éxito.

La Entesa para el Senado fue frenada en Madrid; y cuando se acordó sin uno de los tres ya estaba sentenciado su fracaso. Los pactos para el Congreso fueron rechazados por el PSOE (con EU), y por el BNV (con EU), aunque en este último caso se dice que EU no estaba por la labor. Les faltó madurez, estrategia y sentido de la responsabilidad. Ahora, cada uno por separado, han de arreglar la casa propia sin perder de vista que en la próxima confrontación, o uno de los tres se impone como alternativa de manera clara (aunque no ha habido ningún partido que ganase una mayoría absoluta que haya perdido la siguiente elección) o están obligados a preparar algo en común si esperan condicionar el futuro. Les espera, pues, una larga digestión.

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