Regeneración democrática
El discurso sobre la regeneración democrática se ha convertido en una exigencia de renovación de la política, de la que no podemos prescindir en las democracias del siglo XXI. Uno de sus ejes centrales se sitúa en torno al papel de los partidos como mediadores de los ciudadanos ante los órganos representativos. Desde la perspectiva de la renovación democrática, parece claro que el momento de la elección, cuando el protagonismo es asumido por los ciudadanos, no puede seguirse considerando como la pura "cosecha de votos", que el partido y su burocracia dirigente gestionan con plena autonomía durante los cuatro años que siguen a la jornada electoral.En un proceso democrático limpio, los ciudadanos no pueden ser engañados por los candidatos, y la exigencia de lealtad democrática implica una reflexión crítica, con luz y taquígrafos, sobre el proceso electoral y sus consecuencias.
La estructura de la oferta electoral de los partidos sigue un modelo que, por exigencia legal y por congruencia democrática, incluye un candidato a la presidencia: todos los partidos siguen el mismo esquema, y los ciudadanos ajustan su decisión tanto a las siglas del partido, como a la figura personal de sus candidatos, encabezados por quien asume el liderazgo de la campaña. Todo participante activo en el proceso electoral asume estas reglas de juego desde el momento en que acepta ser candidato.
Tras la jornada electoral, llega el momento en que los partidos deben valorar y reflexionar sobre el sentido de la decisión de los ciudadanos: y naturalmente, uno de esos elementos de reflexión debe ser la participación de todos y cada uno de los candidatos en el proceso de la campaña. Aunque es normal que no todos los candidatos demuestren el mismo grado de entusiasmo o de eficacia para convencer a los ciudadanos de la bondad de su oferta, sin embargo, se entiende que todos ellos, según sus posibilidades, colaboran con lealtad al proyecto común, intentando atraer hacia su partido el mayor número posible de votos.
Que algún candidato, o miembro de la organización, realice actuaciones contrarias al propio partido, intentando frenar el desarrollo de la campaña, y por lo tanto la posibilidad de conquistar más votos, constituye sin duda una auténtica patología democrática, un acto contrario a la más elemental lógica de la competencia política, por lo que es perfectamente legítimo que se le exijan públicamente responsabilidades. Son los propios ciudadanos y electores los que necesitan una explicación.
Resulta muy triste que un partido político como el Andalucista, en pleno proceso de consolidación y expansión electoral, puedan suceder acontecimientos tan lamentables como éstos: por eso, la necesidad de renovación democrática de un partido andalucista en expansión se manifiesta hoy con más urgencia que nunca. Puesto que nuestros órganos dirigentes no han demostrado estar a la altura de las circunstancias, la exigencia de una regeneración democrática, construyendo un partido andalucista más abierto, transparente y responsable, constituye una auténtica responsabilidad histórica frente a la que no podemos volver la espalda.
Pedro Pacheco Herrera es vicepresidente del PA y alcalde de Jerez.
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