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FÚTBOL 29ª jornada de Liga

Oportunidad desperdiciada

El Zaragoza se descuelga tras empatar con un Espanyol inteligente

El Zaragoza desperdició una buena oportunidad para seguir reivindicando su derecho a entrar en la nómina del gran templo, aunque todavía le falten nueve jornadas de travesía del desierto. Ayer perdió oxígeno y no pudo fagocitar a un Espanyol bien plantado, engastado en eficaces armazones, pero desvaído en las proximidades del área rival. Cada zona del campo tiene un tempo y una velocidad determinadas, y esta verdad de perogrullo la practicó el Zaragoza con cierta soltura durante la primera parte: supo llegar al área rival a la contra en dos toques, pero también sobando el balón tras una docena de pases. El madrugador gol de Juanele reforzó la moral, agitó las neuronas mañas y pareció abrir la vía de un partido cómodo, sobre todo al observar las inseguridades defensivas del Espanyol.Milosevic se encontró con un par de ocasiones clamorosas pero sigue sin encontrar su zapato ganador. Jamelli anduvo con chispa y Juanele también tuvo sus opciones, aunque evidenció a las claras, sobre todo tras el descanso, que la regularidad no es lo suyo.

ZARAGOZA 1ESPANYOL 1

Zaragoza: Juanmi; Sundgren, Lanna, Paco, M. Vellisca; Acuña, Aragón; Juanele, Jamelli (Yordi, m. 67), Garitano (Marcos Vales m. 83); y Milosevic.Espanyol: Cavallero; Cristóbal, Nando, Pochettino, Roger; Velamazán (Serrano, m. 90), Sergio, Galca, Arteaga; Posse (Soldevilla, m. 69) y Tamudo (Manel, m.84). Goles: 1-0. M. 8. Juanele remacha en la línea de gol un remate de Milosevic que ya parecía entrar. 1-1. M. 54. Golpe de genialidad de Arteaga bombeando un balón desde 40 metros ante un Juanmi adelantado. Árbitro: Turienzo Álvarez. Amonestó a Acuña, Lanna, Pochettino, Roger, Posse, Sergio y Cavallero. Unos 26.000 espectadores en La Romareda. Alrededor de 1.000 aficionados del Espanyol.

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Un entrenador con lógica

La tarjeta de visita del Espanyol no vino emborronada por el miedo a perder, que se traduce con frecuencia en planteamientos conservadores. Por el contrario, los periquitos comenzaron a gobernar la medular y con eso y unos cuantos contragolpes deshuesaron la confianza local. Ahí emergieron Posse y Tamudo.

La segunda parte confirmó la debilidad del centro del campo zaragocista. Uno de sus despistes hizo posible un memorable gol de Arteaga desde más de cuarenta metros. Menos mal que la defensa seguía sólida. Paco Jémez, un experto en la anticipación y en los balones aéreos, respondió como siempre, o sea, muy bien, y además con elegancia y sin propinar demasiadas patadas.

Los nervios y las prisas, ya se sabe, no son los mejores acompañantes cuando se trata de decidir en pocos minutos. Y el Zaragoza, olvidado el medio campo, sólo encontró la vía de los ataques primarios, con bombeo de balones y córner tras córner. Pero esta vez, aunque Rojo volvió a recurrir al escudero de segundas partes, no hubo ni Yordigol ni Yordimilagro de última hora.

A pesar del empate, el Zaragoza sigue en harina. El fútbol es sobre todo un estado de ánimo y un bullir interior de emociones. A estas alturas de la Liga, casi nada es fruto ya de casualidades: quien pueda soñar y no tenga pesadillas, que sueñe. Eso sí, nadie avala los sueños.

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