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DAVID CASTILLO POETA

"El Ayuntamiento promueve la poesía pero se carga el imaginario"

No es un tratado sobre urbanismo pero casi: El pont de Mühlberg (Proa), el nuevo libro del poeta y periodista David Castillo (Barcelona, 1951), es un paseo romántico por algunos paisajes de Barcelona que desaparecen al mismo ritmo que los personajes que los habitaron. Lugares con tan poco encanto como El Carmel, Can Baró, La Teixonera, El Coll o el barrio chino envuelven con su destartalado y periférico abandono breves historias de seres libertarios marginados por la política, la droga e incluso la poesía. "No he tratado de denunciar nada", precisa, "pero esta manía higienista del Ayuntamiento por esponjar los barrios en vez de restaurar los edificios nos está haciendo perder la memoria. Es curioso porque por un lado el Instituto de Cultura de Barcelona promueve la poesía con actos de mucha calidad, y por el otro el consistorio se está cargando el imaginario de donde los autores sacamos literatura. En el barrio del Raval y en Santa Caterina, precisamente los únicos lugares de la ciudad que han inspirado a autores extranjeros, están desapareciendo calles enteras". El puente que da título a la obra se llama así por estar situado en la calle de Mühlberg, en la zona alta del Carmel, y es una construcción militar para acceder a la famosa batería antiaérea con que la ciudad se defendió de la aviación italiana. "Las excavadoras no consiguieron eliminarlo cuando lo de la estupidez olímpica, pero algún burócrata mandará de nuevo la piqueta", sentencia el escritor."En conjunto", prosigue Castillo, "El pont de Mühlberg es una elegía por algunos amigos desaparecidos y por los paisajes donde los conocí". Esos amigos, a los que va dedicado el libro, son Pere Marcilla y Albert Subirats, compañeros de luchas políticas antes de morir devastados por la heroína, y el poeta Ángel Crespo, a quien considera su maestro: "Éramos tan amigos que, a pesar de la diferencia de edad, siempre que venía de Puerto Rico me visitaba. Fue un gran poeta, pero sobre todo un gran anarquista". Los ambientes libertarios de finales de los setenta son la factoría de donde saca a esos personajes más castigados por la droga que por sus ideales. De hecho este tema es el que le ha valido recientemente el premio Creixells por su única novela, El cel de l'infern, aunque con polémica, pues en la entrega los miembros del jurado mantuvieron una agria discusión en público.

Los poemas de El pont de Mühlberg, que el autor prefiere calificar de "bíblicos" más que de románticos, son inusualmente largos y siempre en primera persona. Según él, "son una especie de baladas que buscan sobre todo la narratividad".

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