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El clon VICENTE VERDÚ

Cada época posee un imaginario al que la conduce imperiosamente. El imaginario de la nuestra es el clon. Nunca ocurrió nada así. A lo largo de la historia, la idea del otro igual, especular, indistinguible del primero, llevaba al terror. Entre el sujeto y su doble fluía una relación fantasmal, invisible, excluyente y estéril. El sujeto generaba ante su doble una recíproca anulación de identidades y en su helada bipolaridad explotaba una muerte blanca.En el principio, cuando comenzó la producción en serie ocurrió algo similar en los parajes de la cultura. Los habitantes de Nueva Guinea contemplaban las dos cantimploras iguales que portaban los antropólogos como un imposible que deshacían los principios de su milenario conocimiento. En su mundo, un objeto indiferenciado de otro refutaba la constante evidencia de su mundo natural y artesano. El espectáculo de una cantimplora idéntica a otra cantimplora interrumpía por sí solo la coherencia de una civilización.

Pero esto sucedía aún sólo con los objetos. Mientras los objetos se reproducían iguales entre sí, los seres complejos del planeta siguieron reproduciéndose como ejemplares diferentes. Ahora, por primera vez, la clonación interrumpe esta secuencia y lo que fue el horror de la visión del doble se convierte en una celebración científica, entre ovejas y cerdos por el momento. El patrón procreador cambia su sentido dirigido a tener unos hijos -siempre imprevisibles- para producir réplicas -siempre controladas-. La descendencia destinada a inaugurar un más allá deja su trascendencia y se detiene en el más acá. Es decir, de la misma manera que hoy se vive bajo el pensamiento único, se proclama el fin de la historia y se sufre el agotamiento territorial, se ensaya también una alternativa al azaroso proceso de la vida. La clonación reemplaza a la procreación, como la involución a la revolución o como todo lo post (en el arte, la filosofía o en la religión) a lo anti de otros tiempos. En general, el mundo se prolonga copiando su modelo global y rodando día tras día sin proyecto, o sin más horizonte que la continuidad en un presente sin correciones para el futuro. En conclusión, la obsesión de la materia es su reciclaje, y el sueño del espíritu es el clon.

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