Falla
Los ninots, la combinación de ninots, convierten la agraria y santa hoguera cultual -sí, cultual, de culto; llevo años intentado calificar de cultual estos fuegos rituales, pero siempre una mano caritativa me enmienda en cultural- en falla, una palabra valenciana universal, con el significado de grupo de figuras de materia combustible, erigidas en las calles de diversas ciudades valencianas vísperas de san José. Sin embargo, tomamos el significante de nuestros ancestros, nuestros padres y madres leridanas. Allí, en los Pirineos, la noche de san Juan o de san José, los jóvenes, con troncos de tea -como las garbes d'espígol del solsticio de invierno, que los niños valencianos lanzan hacia arriba, hacia el Sol-, descienden de las cimas de los montes corriendo -como el mítico carro del Sol; a veces, les precede una rueda de fuego, bajando a toda virolla-; con estos brandones encendidos, llamados falles, los fallaires prenden fuego a una gran hoguera -el nombre de una de las villas es València d'Àneu- y agarrados de la mano cantan y bailan en corro.Los fuegos primaverales también se celebraban el primero de mayo -gran diada de los celtas- en Irlanda hasta épocas recientes, gracias al gran respeto por los lugares y ritos paganos autóctonos que ejerció san Patricio (del latín patricius, noble), el evangelizador del siglo V, hoy su fiesta nacional, protagonizados por los druidas y denominados Beltane (en gaélico, fuego del dios Beltane). Nuestra falla proviene de la palabra latina facula, que significa llamita -en Agullent, una falleta es un farolillo profesional de otoño-, tizón, antorcha, el sentido que encontramos en Jaume I -falles seques e untades de seu duen enceses- o en el universal Tirant lo Blanc: porten falles enceses de foc cremant les potències de natura.
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