Desvergüenza
J. J. PÉREZ BENLLOCH
Cinco periodistas del centro de Burjassot, veteranos de la primera hora algunos y profesionales sobradamente cualificados todos, han escrito un libro crítico -¿podría ser de otra manera?- titulado La televisió (im)possible (Edicions Tres i Quatre), que ha sido acogido con división de opiniones en el seno del gremio mediático. Hay quienes lo juzgan alicorto en función de los desmanes que se han perpetrado en aquella casa, y los hay -y entre ellos nos alistamos- quienes, por de pronto, valoramos el esfuerzo inusual que supone sentarse a producir folios literariamente solventes y, después o al tiempo, que estos contengan una cuota notable de beligerancia acusadora de vicios, tanto pasados como actuales. Los colegas han asumido un riesgo y, a lo mejor, también han sentado un precedente: levantar acta de lo que ven o sufren, y contarlo.
La obra, compuesta de relatos -cada cual expone sucesivamente su punto de vista o su exculpación personal-, se ciñe a la política y gestión de los espacios informativos, que al fin y al cabo son el exponente más expresivo de la libertad y objetividad del medio. El periodo contemplado abarca desde la puesta en servicio de TVV, lo que incluye los años de gobierno socialista y popular, con su inevitable comparación. Digamos a este respecto y al filo de los testimonios referidos que la era zaplanista es un compendio de los pecados que se incuban en la primera etapa, agravados por la mayor manipulación de las noticias, la marginación de los profesionales -a menudo los más combativos- y el desplazamiento de la información política en beneficio de los asuntos más inanes y particularmente del deporte.
Un planteamiento, en fin, escandalosamente desmovilizador y elusivo de la realidad. El Comité de Redacción, que ha fiscalizado detenidamente esta evolución y sirve para el caso de fuente documental, ilustra con numerosos episodios, a veces extravagantes, este sesgo mortificante para los profesionales -excepción hecha de los mansos que se acomodan a lo que se manda- y para la audiencia de la televisión pública. De no ser verdad, celebraríamos el procedente desmentido por parte de los periodistas o gestores acogidos al actual régimen. Quizá el contraste atenuase la deprimente impresión que decanta dicho libro.
Lo que no se atenuaría es el juicio que nos merece el modelo de dirección implantado desde quien fuera su primer responsable, el avispado pillastre Amadeu Fabregat, prolongado y agudizado por sus sucesores. Todos ellos, pero en mucha mayor medida los prohombres que nos gobiernan, son responsables de la desvergüenza informativa que subsiste y desacredita a la televisión autonómica. El repetido libro, aun con moderación, pone el dedo en la llaga suficientemente para aleccionarnos contra esta ofensa a la que no debemos resignarnos.
A lo peor, los culpables de esta mutilación de nuestros derechos, consideran como una eximente el hecho de que en ciertos espacios televisivos y algunos personajes gocen de manga ancha para expresarse libremente. No nos engañemos: es una coartada. Lo que realmente se necesita es democratizar el medio para que sea de todos y no de los gobernantes de turno. Este libro sugiere el debate y apunta las claves del remedio que urge.
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