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El pensamiento secreto

Un barómetro del CIS de diciembre del 97 indicaba que el electorado andaluz se estaba desplazando hacia el centro político, paulatina pero inexorablemente. Se nos ocurrió comentar entonces que el PP y el PA, ante esta noticia, seguro habían trazado un nuevo rumbo. El que les llevara a confluir en unos comicios no muy lejanos y desplazar al PSOE, formando nueva mayoría. Desde entonces es ése sin duda el sueño acariciado de ambas escuadras, que parecen haber encontrado una corriente de opinión sumergida por la que dejarse empujar cómodamente, a más de un código cifrado con el que entenderse entre sí a cierta distancia. Por ahora, aquel proyecto de acoso conjunto a los socialistas no se cumple, pero cada vez se les acercan más. Y la suerte es que el PA anda de trifulcas en su camarote. Con todo, el capitán Chaves conoce muy bien que estancarse en una travesía tan peligrosa es casi tan malo como retroceder. Especialmente, cuando su adversaria más tenaz cuenta ahora con un formidable aliado en Madrid, que seguro va a seguir soplando, y de qué modo, contra la correosa flota meridional del PSOE. Y menos mal que no se le ocurrió, al capitán Chaves, enrolar en su tripulación a unos levantiscos náufragos del desarbolado buque soviético, que al paso le hacían temerarias solicitudes. Otros consuelos le quedan, junto a tanto descalabro de la flota mayor. Así, en Sevilla capital, la eventual alianza PP-PA reduce drásticamente su velocidad de crucero. Casi 6.000 votos ha perdido la formación que lidera Soledad Becerril, ¡y más de 12.000! la de Rojas Marcos, que se queda temblando. De modo que frivolidades y presiones con la alcaldía mayor, pocas. :Entre cábalas y suspiros, el capitán Chaves se ha encerrado en su camarote, a meditar. Renovación del PSOE. ¿Otra vez? Casi con un gesto de fastidio, prefiere repasar un informe confidencial, que le llegó en la última valija del almirantazgo, y que habla de un asunto bastante misterioso: El pensamiento secreto de la gente. Con un subtítulo: La espiral del silencio. Parecieran dos conceptos de la más ardua filosofía. Pero sólo son hipótesis de una ciencia abstrusa y con ínfulas adivinatorias: la sociología. Intenta ésta penetrar qué es lo que de verdad discurre por el río profundo del sentir de las criaturas, ya que ni las más agudas averiguaciones se acercaron a saber cómo era que en la borrasca general de España un esquivo vallisoletano se alzaría con el gobierno absoluto de la nación; él, y su confusa tropa, que días antes fuera sorprendida en una orgía de millones telefónicos, subvenciones a corro de amiguetes y otras piraterías inconfesables. Pues nada, el pensamiento insondable de la gente, como si tal cosa. Ciego, sordo y mudo. Incapaz de traducir a ritmos vitales el mareante barullo de aquellas tropelías, ha puesto el piloto automático y se dirige, implacable, a su destino; que nadie conoce, pero que se teme. El capitán -nuevo suspiro, nuevo trago-, retorna mentalmente a sopesar sus propios bastimentos. (Para pensamiento secreto, el suyo). ¿Serán bastantes a combatir al Impasible Monclovita, si no lo fueron antes? ¿No habrá por ventura que emplear nuevas tácticas, contratar tripulación de refresco, soltar lastre y arrojar por la borda pesos muertos? ¿Y no habrá pasado ya el tiempo de la artillería verbal?

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