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El panorama continúa inalterado

El triunfo de la izquierda en las ciudades gallegas en las últimas elecciones municipales resultó un espejismo y menos de un año después todo ha vuelto a la normalidad. Desde hace una década, Galicia permanece inmóvil electoralmente. El nacionalismo prosigue su escalada, menos espectacular de lo previsto en esta ocasión, pero lo hace a costa de un PSOE incapaz de detener una hemorragia que parece no tener fin. En lo esencial, el panorama continúa inalterable: el PP y Manuel Fraga acumulan mayoría tras mayoría e incluso superan sus propias marcas, como ocurrió el domingo.No tenía más objetivos el PP gallego que mantener sus resultados de 1996. Las principales demandas de esta comunidad quedaron congeladas tras el pacto de José María Aznar con Jordi Pujol y los dirigentes populares se conformaban incluso con un leve descenso respecto a entonces. Finalmente, el PP subió en 22.000 votos, un ascenso en apariencia exiguo, pero que le rinde extraordinarios beneficios gracias al aumento de la abstención: por vez primera en unas generales, supera el 50% en las cuatro provincias gallegas, lo que le ha permitido arrebatar dos escaños al PSOE. En las dos circunscripciones más rurales, Lugo y Ourense, la apisonadora popular se acerca al 60%.

El hundimiento del PSOE beneficia y perjudica a la vez al BNG, que sólo logra añadir un diputado más a los dos que ya tenía. De un lado, los nacionalistas suman 80.000 sufragios nuevos -pasan del 12% al 19%-, en buena medida de antiguos electores socialistas y de IU. Pero, al ensancharse la distancia entre el PP y el PSOE, el BNG obtiene escaso provecho de su avance. Con apenas unos votos más y otro reparto entre los dos grandes partidos, habría estado muy cerca de hacerse con un grupo parlamentario. Pero la ley D'Hondt causa estragos a los nacionalistas, que se quedan sin representantes en Lugo y Ourense pese a situarse en ambas provincias cerca del 17% de los votos.

Si algún efecto han tenido los acuerdos de PSOE y el BNG para gobernar las ciudades ha sido indiscutiblemente negativo. Los nacionalistas, por ejemplo, han quedado los terceros en Vigo y Pontevedra, donde alcanzaron las alcaldías el pasado año. El PP ha arrollado en ambas, como en casi toda Galicia y como viene haciendo desde hace una década.

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