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Tribuna:AMIGOS Y VECINOS / MANUEL HUERGA
Tribuna
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"Me considero un 'voyeur' absoluto" RAMÓN DE ESPAÑA

Pregunta. Casi tres años ya al frente de BTV. ¿Cansado, aburrido...?Respuesta. Ni una cosa ni otra. Éste es un trabajo con el que me lo paso muy bien. Yo me inventé el modelo, yo lo superviso...

P. Yo cumplo un horario. Cuando te conocí eras un aspirante a cineasta independiente. No digo que ahora seas un funcionario, pero cada día tienes que venir a tu despacho.

R. Donde estoy hasta las siete o las ocho. Luego me voy a casa, juego un rato con mis hijos y veo una película en formato DVD en mi pantalla de tres metros y medio con cortina y visillo.

P. Una vida normal. Nunca me pareciste una persona llamada a una vida normal.

R. Nadie lo parecía en aquellos tiempos, pero ya ves. A mí lo de tener hijos me ha venido muy bien. He sido un tipo muy solitario, muy metido en mis cosas, no excesivamente comunicativo. Supongo que sigo teniendo una cara oscura, pero no me puedo permitir el lujo de desarrollarla con mis hijos. Los niños te ponen en tu sitio.

P. Pero tener un cine en casa, con su cortina y su visillo, sigue siendo típico del Huerga de antaño.

R. Cada vez voy menos al cine, entre otras cosas porque creo que la proyección cinematográfica esta sobrevalorada. No se nos ofrecen las películas en las mejores condiciones. Mira, cuando se estrenó Titanic fuimos a verla con mi mujer, Mariona, y con Ariadna Gil y David Trueba. Estaba desenfocada y cuando grité "¡Foco!" lo único que conseguí fue que alguien me soltara "¡Calla, imbécil!". Conclusión: acabé echando veinte duros en el fotomatón de BTV para quejarme.

P. Si los socialistas ganan algún día las elecciones autonómicas, cosa que puede suceder en una fecha no determinada del tercer milenio, ¿te ves dirigiendo TV-3?

R. Nadie me lo ha propuesto y tampoco me interesa mucho. No quiero ir de elitista, pero la verdad es que no me dicen nada las televisiones generalistas. ¿Me interesa más Barcelona que Cataluña? Es posible. Barcelona es una realidad cercana y a menudo me interesa más la opinión de un tipo que se planta ante el fotomatón que la de un colectivo de la Cataluña profunda, por digno que sea. Además, igual no sé trabajar para el gran público. En TV-3 no podría experimentar como lo hago en BTV. Y entraría en la lucha por las audiencias, que es algo que me saca de quicio porque, entre otras cosas, no me creo nada de los ratings y demás.

P. Hombre, Manuel, hay datos innegables por mucho que nos duelan. Diez millones de personas ven Manos a la obra.

R. Tómatelo por el lado bueno: hay casi treinta millones de españoles, entre los que estamos tú y yo, que no lo vemos. Vivimos bajo una dictadura de diez millones de cazurros que nos joroban la programación con su gusto deplorable.

P. A cambio, las televisiones generalistas tienen unos presupuestos que tú ni los hueles.

R. Hay lo que hay y no me quejo. BTV no puede entrar en la huida hacia delante de TVE y TV-3, en ese déficit que se incrementa cada año y que financia el ciudadano con sus impuestos. Aquí hay un presupuesto reducido con el que hacemos lo que podemos. No hay dinero para el directo ni para la ficción, pero eso se podrá solucionar si hay algún tipo de entrada de capital privado, lo que a mí me gustaría. Una fórmula mixta que, eso sí, evitara el endeudamiento.

P. ¿Te tocan mucho las narices los del Ayuntamiento?

R. Nada de nada, aunque no te lo creas.

P. Pero según los convergentes sois TeleMaragall.

R. Si consideran que no tienen el espacio que merecen te acusan de ser TeleMaragall. Si salen a decir lo que quieren, TeleMaragall se convierte de pronto en una televisión tan digna y necesaria para la democracia como TV-3.

P. Rodaste una película, Antártida, y no te has vuelto a acercar por el mundo del cine. ¿Tiene algo que ver con aquello que me dijiste una vez de que tú no tenías nada que explicar?

R. ¿Yo dije eso? Creo que me excedí. Hombre, yo tengo mi mundo propio, como cualquier ser humano, pero sí es verdad que no tengo ninguna prisa ni ninguna urgencia en exponerlo. Yo me considero un voyeur absoluto en primer lugar, y en segundo un mercenario: ceremonias olímpicas, una tele local, etcétera. Quizá no soy un cineasta en sentido estricto ni un contador de historias. Tampoco digo que con Antártida dijera todo lo que tenía que decir, sino que no está escrito en ninguna parte que después de una película haya que hacer otra. Además, Antártida no era exactamente una obra personal. Yo no sé nada de yonquis, por ejemplo. Me limité a ilustrar el texto de Francisco Casavella y quedé contento a medias. Quizá me interesa más la imagen en sí, su manipulación creativa, las herramientas que se van creando para su transformación. Me interesa el Dogma, por ejemplo.

P. Yo me aburrí con Los idiotas. Me pareció una muestra de vanguardia apolillada, algo así como Blue movie, de Dusan Makavejev. Nadie se acuerda de Dusan Makavejev y ni siquiera sé si pronuncio su nombre correctamente.

R. No hablo de ninguna película en concreto, unas te gustarán más que otras, sino de la posibilidad democratizadora que ofrece el vídeo digital, los caminos que abre para rodar con poco dinero. Fíjate en The blair witch project...

P. También me pareció un ladrillo.

R. Da igual. Lo que me interesa es el soporte. Llevo un tiempo escribiendo un guión sobre el mundo del chat, en el que estuve muy metido y del que me estoy saliendo, y no sé qué formato tendrá cuando se ruede. Puede ser una película. O puede ser un artefacto que se distribuya directamente en DVD. El celuloide tiene sus días contados, así como la proyección tal como la entendemos ahora. Dentro de poco las películas americanas se emitirán en España vía satelite. Tú contratarás cuatro proyecciones diarias, un tío apretará un botón en Hollywood y la película se verá en el paseo de Gràcia. La proyección pública ya no es tan importante. Hay cantidad de películas que duran una semana en una sala y no se vuelven a exhibir nunca más, películas cuya vida es doméstica a través del vídeo y del DVD. Y me parece muy bien que sea así.

P. ¿No es un poco sórdido el mundo del chat?

R. Es un mundo lleno de solitarios, de neuróticos, de paranoicos. Y no lo digo con desprecio porque yo me considero parte de esos colectivos. Y en ese mundo hay comunicación. La diferencia entre la comunicación real y la virtual es que la primera va de fuera a dentro y la segunda de dentro a fuera. Cuando te presentan a alguien, lo primero que ves es su rostro y, si se trata de una mujer, otras cosas igualmente interesantes. A partir de ahí has de descubrir cómo es esa persona, qué piensa, qué le preocupa. En la comunicación virtual es al revés: primero descubres el interior de las personas, con unos niveles de intimidad muy profundos, y sólo al final, si quieres, conoces su forma física.

P. ¿Conociste a alguien interesante a través del chat?

R. Pues sí. No encontré a nadie con dos cabezas o de procedencia alienígena. Todo era gente normal.

Vicens Gimenez

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