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TENIS

Un beso hacia el cielo

Juan Carlos Ferrero dedica a su madre, fallecida cuando él tenía 16 años, los triunfos más importantes de su vida

"¡Va por ti, mamá!". Juan Carlos Ferrero levantó la mirada y dejó que por unos momentos se perdiera en el cielo. Después lanzó un beso, que salió directo desde su corazón, al infinito. No era una imagen nueva. Pero sí era la primera vez que se producía desde su entrada en el tenis profesional. Ferrero, 20 años, acababa de ganar en Mallorca su primer torneo del ATP Tour, venciendo a uno de sus ídolos, Àlex Corretja. "Acabamos de asistir al nacimiento de una estrella", sentenció el campeón del Masters. Y acertó. Los últimos resultados lo acreditan. Ferrero perdió ayer en semifinales de Scottsdale ante Lleyton Hewitt por 6-4, 6-2. Antes, Albert Costa cayó ante Tim Henman por 6-3, 6-3.La suya es una historia de fidelidad y sensibilidad. La vida de Juan Carlos Ferrero, 20 años, se ha desarrollado bajo unos cánones inhabituales en el tenis profesional. Se negó en diversas ocasiones a viajar a Barcelona para trabajar en el CAR con el grupo de élite de la Federación Española. Pero, sustancialmente, su vida ha estado marcada por un hecho irreparable: el fallecimiento de su madre cuando tenía 16 años.

En todos sus grandes momentos puede verse en Ferrero una leve mueca nostálgica. "Es un recuerdo que sigue vivo", explica su entrenador, Antonio Martínez Cascales, el hombre que ha dirigido su carrera desde los 8 años. El deceso se produjo, tras una larga enfermedad, en marzo de 1996. Entonces ya había saldado con grandes resultados su etapa de formación. Y a partir de ahí, tuvo presiones muy fuertes para que abandonara la escuela de tenis de Villena y se desplazara al CAR de Sant Cugat.

"Discutí incluso con él, porque creí que sólo yendo al CAR podría jugar en los equipos nacionales", explica Cascales. "Le veía sufrir porque, aunque iba convocado, apenas jugaba. Y era un problema que quería resolver. Sin embargo, en aquellos momentos, Juan Carlos me demostró una gran fidelidad".

"No había motivo para ir a Barcelona si con Antonio ya estábamos haciendo las cosas bien", señala Ferrero. "Estaba haciendo mejores resultados incluso que los de Barcelona, y estaba muy cerca de mi casa".

Las calidades de Ferrero quedaron al descubierto muy pronto. Su padre, Eduardo, siempre estuvo convencido de que Juan Carlos sería un campeón. Eduardo Ferrero era un jugador de frontenis, pero dirigió a su hijo hacia el tenis. A los 8 años le llevó a Villena. "La influencia de su padre fue decisiva", comenta Cascales. "Le insufló un carácter muy competitivo. Su padre le exigía, y él respondía".

La primera sensación que Antonio Martínez causó a Ferrero fue de temor. "Estaba siempre tan serio, y era tan contundente en sus afirmaciones", dice Ferrero. Martínez Cascales recuerda que cuando Juan Carlos llegó a su escuela no se planteó que tuviera a un fenómeno en sus manos. "Tenía competitividad y mentalidad ganadora. Pero quien me abrió los ojos fue un agente. 'Les planta cara a jugadores mucho más desarrollados', me comentó en Tarbes. Y comenzaron a lloverle ofertas".

Entonces había superado ya los 16 años. Hasta ahí había ido atesorando todos los títulos que cualquier jugador de base puede desear. Pero cuando en 1998 disputó la final del torneo junior de Roland Garros, todo el mundo pudo comprobar que estaba a punto para dar el gran salto. Y lo dió a una velocidad de vértigo: en febrero de 1999 ganó los cuatro torneos del circuito satélite Costa Cálida; después pasó la previa y llegó a las semifinales del torneo de Casablanca; y prosiguió con una victoria en el challenger de Nápoles.

Así que, de golpe, ganó 31 partidos de 32 y ascendió en un mes del puesto 345º al 124º. Su campaña culminó con su primer título del circuito en Palma de Mallorca. Y su ránking dio un nuevo salto hasta situarse en el puesto 43º. La final de Dubai, la tercera ronda en el Open de Australia, y las semifinales del torneo de Scottsdale -que acaba de conseguir- este año, le han situado ya en el grupo de los 30 primeros (clasificación tradicional). Y aún no ha comenzado la temporada de tierra batida, su mejor superficie.

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