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La euforia de Zaplana y la noche más negra de Ciscar

Eduardo Zaplana ha tocado el cielo. El continuo ascenso del PP en la Comunidad Valenciana desde que Zaplana asumiera la presidencia regional se tornó ayer en espectacular. Las candidaturas del PP cosecharon uno de cada dos votos emitidos y superaron con creces el millón largo de votos obtenidos en las pasadas elecciones autonómicas. Zaplana protagonizó la campaña del PP y le corresponde el mérito del vuelco social que se ha consolidado entre los valencianos a favor del PP. Joan Lerma sólo obtuvo resultados similares en 1982, cuando los socialistas se plantaron en una amplísima mayoría absoluta en el Congreso.El brillante resultado obtenido por Zaplana consolida al presidente regional como uno de los grandes valores del partido, aunque el éxito del PP en el conjunto del Estado desdibuja su triunfo más allá de la Comunidad Valeniciana. En el ámbito doméstico tiene manos libres para hacer y deshacer. Los inminentes congresos provinciales del PP, en un inevitable clima de euforia, le permitirán afianzar su control sobre la organización regional. En el terreno institucional, el descenso de los dos partidos de oposición en las Cortes Valencianas, y los previsibles problemas internos que traerá aparejada esa bajada, permiten a Zaplana gobernar con una tranquilidad extrema. Tal vez demasiada.

La mayoría absoluta del PP en el Congreso, donde desaparece la presión de los nacionalistas catalanes, le concede libertad absoluta para resolver un espinoso asunto pendiente desde la pasada legislatura, el nombramiento de los miembros de la Acadèmia Valenciana de la Llengua.

Los populares siguen en estado de gracia a pesar del desgaste que entraña siempre la actividad de Gobierno. Administrar sabiamente ese desgaste parece la única preocupación actual del presidente de la Generalitat.

Ciprià Ciscar perdió ayer las elecciones por partida doble. El cabeza de lista de los socialistas por Valencia era además, responsable de la coordinación de campaña del PSOE en el conjunto del Estado. Ayer tuvo que negar que los primeros sondeos difundidos al cierre de los colegios electorales correspondieran a la realidad. Y no mintió.

La dimisión irrevocable de Joaquín Almunia como secretario general del PSOE descoloca totalmente a Ciscar. La carrera del número dos de los socialistas ha estado estrechamente vinculada a la de su secretario general, que primero perdió las elecciones primarias en el seno del partido y que anoche obtuvo el peor resultado del PSOE desde la transición.

La dimisión de Almunia fuerza a Ciscar a dedicarse por entero a la organización de un congreso federal del partido. Los socialistas apenas han mantenido el tipo en algunas provincias andaluzas y catalanas, y no es fácil que Ciscar logre salvar la secretaria de Organización después de haber perdido casi cuatro puntos porcentuales en la circunscripción en la que encabezaba la candidatura.

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Pero si las aguas están revueltas en el terreno estatal, la situación no es mejor en la Comunidad Valenciana. El PSPV vive en estado de crisis permanente desde julio de 1997, cuando Joan Romero asumió la secretaría general del partido en un congreso que ganó con un margen de apenas tres votos de diferencia.

La renuncia de Romero no mejoró las cosas. El congreso extraordinario que los socialistas valencianos celebraron en septiembre pasado sólo puso a las claras el calibre de la división interna. Joan Lerma y Joan Ignasi Pla lograron un victoria pírrica y dimitieron horas después a requerimiento de Almunia.

El partido ha sido controlado desde entonces por una dirección provisional afín a Ciscar. Pero los resultados que presenta ahora la gestora socialista no se sostienen. La derrota se extiende a todo el Estado, pero la brecha que el PP ha logrado abrir en la Comunidad Valenciana es impresionante.

Ciscar ha vivido las elecciones con un pie en Madrid y otro en Valencia, y el resultado no ha sido bueno. Ahora le toca mantener un pie en Madrid, para intentar salvar del naufragio a una generación de dirigentes socialistas. Pero debe mantener el otro en la Comunidad Valenciana si aspira a mantener la presencia orgánica sin el aval de Almunia.

Si algo caracteriza al número dos del PSOE es su pragmatismo. Mirar al pasado no cabe en su actitud. Pero ahora necesitará de toda su experiencia para mantener el tipo a partir de los mimbres de los que dispone. Un secretario de Organización no es precisamente un cargo que permita ganar amigos.

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