La fiesta, el fuego y sus damnificados
Lejos de nosotros la tentación de cuestionar la querencia de este pueblo por el fuego y la pólvora. Una querencia antigua, extendida y arraigada entre La Cenia y el Segura, por mor de la cual ha manado una densa literatura apologética muy capaz de disuadir al discrepante. Pero ello no ha de impedirnos señalar y reiterar que una cosa es la pirotecnia, acomodada -aunque no siempre- a las ordenanzas y cautelas oportunas, y muy otra insensata práctica de explosionar petardos a todas horas y por doquier. Con el agravante de que muy a menudo es una gracia ejercida por menores con el plácet y aliento de los padres. Dejando de lado la molestia que causan, y que no es poca, resulta desolador constatar que de nada sirven las cifras de heridos y damnificados que cada año arroja esta cruenta afición. Que a nadie disuada el penoso balance aludido, ni observaciones como ésta, no nos exime de subrayar la insensatez, sobre todo cuando es abonada por personas adultas que confunden el festejo con el estallido, el fastidio para terceros y el riesgo. Demasiado petardo mental anda suelto.
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