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Como agua de mayo

Las duras condiciones climatológicas que soportan la ciudad y el campo de Elche, de una aridez extrema durante el verano y con un régimen pluviométrico que sigue siendo la pesadilla de los agricultores, han promovido a lo largo de la historia la búsqueda de recursos hídricos por parte de los ilicitanos. Las obras de regadío ejecutadas (las más antiguas de origen romano) y las concesiones de agua que se hicieron a la villa desde poblaciones más favorecidas a partir de la Edad Media, intentaron paliar la endémica escasez en Elche, que no dispuso de agua potable para abastecer a la población hasta el siglo XVIII.El libro D'aigua i obres hidràuliques a Elx, una separata de la tesis doctoral inédita del arquitecto y poeta ilicitano Gaspar Jaén i Urban, analiza el proyecto y posterior edificación del pantano de Elche, la construcción hidráulica antigua más importante que se acometió en la capital del Baix Vinalopó. Esta obra arquitectónica de primera magnitud respondió a una de las aspiraciones colectivas más importantes de Elche, y se ha convertido a lo largo de los años en uno de sus hitos monumentales e históricos. Según Jaén, que estudia la formación de la ciudad moderna, los propietarios y señores de la ciudad vieron en el pantano "un arma importante, tanto en las luchas por el poder económico como para el desarrollo agrícola e industrial a lo largo del setecientos y el ochocientos". Lógicamente, quien poseyera los derechos sobre la escasa agua que llegaba a Elche y sobre la red de distribución "podía ocupar una posición privilegiada en la estructura de poder".

Porque de otra manera no se entiende que, a lo largo de cuatro siglos, desde el XVI en que empezó a proyectarse hasta la actualidad, en que todavía se habla de convertirlo en recipiente del trasvase Xúquer-Vinalopó, esta construcción se trague cuantiosas inversiones de dinero público que no han conseguido nunca que funcione de manera continuada.

Las opiniones son variadas. Para unos, el pantano se planteó en una zona orográficamente inadecuada, donde existen nacimientos de agua salada; para otros, lo que se produce es una filtración hacia el subsuelo del agua del Vinalopó, hecho que no está documentado.

Sin embargo, lo cierto es que, a pesar de los múltiples problemas que el pantano ha ocasionado por las constantes roturas (el portalón de salida del agua ha resistido entero en pocas ocasiones), los aterramientos, el aumento de la salinidad de las aguas embalsadas y la contaminación que las hacían inadecuadas para el riego e insoportables por el fuerte olor a putrefacción, los intentos de puesta en marcha de la presa han sido constantes a lo largo de los siglos. Hoy, el pantano está totalmente seco, lleno de tierra, y sin uso.

Las diferentes compañías que ya a principios del XX empezaron a dotar de agua para el riego el campo de Elche, (El Progreso y, sobre todo, Riegos de Levante), consiguieron convertir las tierras del extensísimo término municipal ilicitano en regadío, y aunque el pantano podría haber servido para paliar las cíclicas sequías, la realidad ha sido otra.

Aunque el objetivo del libro de Gaspar Jaén es hablar sobre el pantano como obra hidráulica que potenció durante los siglos XVIII y XIX la creación de la ciudad moderna de Elche, cabe reseñar que también encontramos citados en él hechos históricos, documentos y noticias de épocas más remotas que tienen que ver con la búsqueda del agua para la ciudad.

Como la concesión en el siglo XIII por parte del infante castellano don Manuel, a la sazón señor de Villena, de toda el agua que pudieran llevar desde aquella población para regar las tierras de Elche, para lo cual se ofreció a pagar de su bolsillo la mitad de los gastos de la conducción. O curiosidades como la costumbre que ha pervivido hasta hoy de que el repartidor del agua cobre de los regantes por "colocarla", que arranca del siglo XIV.

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