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Reportaje:Elecciones 2000

Carreras en pos de la luz roja

En avión privado, en coche o en tren... Aznar, Almunia y Frutos recorren España con un fin común: un minuto de directo en los telediarios

Hoy es viernes y por lo tanto esto es Córdoba. El rito electoral debe seguir cumpliéndose. Una avioneta alquilada, modelo Gulf Stream II, surca la N-IV del cielo dirección Sur. El mejor asiento de cuero lo ocupa José María Aznar, preocupado por renovar su empleo de presidente del Gobierno: palacio a las afueras de Madrid, avión para viajes largos, helicóptero para los cortos, Audi A8 blindado, 12 millones de sueldo. El candidato apenas cruza unas palabras con sus colaboradores. Ellos (Antonio Cámara, Alfredo Timermans, Alfonso Nasarre y el médico de guardia) saben que el viaje de vuelta será distinto. Aznar charlará, tapeará buen jamón, se animará con un tinto y quizás ensaye el chiste que le acaba de contar Javier Arenas. Para entonces, diez de la noche dirección Madrid, el candidato del PP habrá hecho lo más importante del día. El minuto mágico, el objetivo del trajín de tanta gente. Habrá dicho lo que tenía que decir ante la luz roja al fondo del polideportivo. Telediario de La Primera. Estamos en directo.La campaña electoral es una carrera frenética en pos de esa luz roja y para llegar bien colocado lo mejor es no escatimar medios. El coche que transporta a Francisco Frutos se llama Carisma y lleva matrícula YU; el que hace lo propio con Joaquín Almunia lo anuncia en televisión un actor muy preocupado por la salud de su bonsai. Gulf Stream II viene a significar Corriente del Golfo Segunda Parte. No son más que casualidades. Intentar hallar en ellas alguna clave sería tan científico como escudriñar las borras del café, pero sí pueden servir para hacerse una idea del ambiente que rodea a los candidatos. De sus gustos y sus obsesiones. Hay una que comparten Aznar, Almunia y Frutos. Sueñan con dormir en su propia cama. No siempre lo logran.

La distancia no es ya más que una cuestión de presupuesto. Y de eso en IU andan más bien escasos. De ahí que Frutos, sin caudales para avioneta, tenga que dormir en hoteles: de tres estrellas, sin desayuno. ¿No desayuna Frutos? Sí, pero un café, un zumo de naranja y pan con aceite ronda las 500 pesetas en un bar, la mitad que en un hotel. Y, además, el café suele ser peor. Ni Aznar ni Almunia se andan con esas aparentes zarandajas. Tienen otras. Por ejemplo: Aznar es un fanático del orden. ¿Que cómo afecta eso a la campaña? Pasen y vean.

Es jueves y esto es Pamplona. Una de la tarde. Tres vehículos de lujo, marca Audi, modelo A8, aparcan frente al hotel Maisonave. De uno baja Estanislao Cumplido, el chófer de Aznar. Ha llegado desde Madrid con tiempo para almorzar, una siesta y recoger a su jefe en el aeropuerto a eso de las ocho menos diez. Justo para recorrer siete kilómetros hasta la ciudad y llegar al mitin. Aznar necesita verles allí: a su coche y a su chófer. También a Antonio Cámara, amigo en lo personal y mozo de espadas en lo político desde hace más de 11 años. Sólo así sabrá que todo, no sólo España, va bien. Tras el mitin, Estanislao dejará a Aznar en el aeropuerto y él volverá a Madrid por carretera. Otro chófer conducirá el Audi A8 negro hasta Córdoba, donde el candidato del PP volverá a encontrar su coche a pie de escalerilla. "Es hombre de costumbres", explica un colaborador sin desvelar ningún secreto, "y se siente más a gusto si las cosas a su alrededor cambian lo menos posible".

En el paquete de lo que no debe cambiar demasiado para que el presidente se sienta a gusto también se incluye el mitin. Un mitin de Aznar se parece a otro mitin de Aznar en un 80%. Pueden dar fe de ello los más de 70 periodistas que le siguen. El guión fijo: qué mal estaba España hace cuatro años, qué bien está ahora; para qué vamos a cambiar. En esa parte inamovible también figuran guiños a su gente. No hay mitin en el que falte un grito femenino: "¡Guapo!". Y una respuesta desde el estrado: "¡Guapa tú!". En el 20% restante deben caber mensajes novedosos y referencias locales: en Pamplona arremetió más de lo habitual contra Arzalluz; en Córdoba, ensalzó por igual las enseñanzas de Séneca y las virtudes del salmorejo.

De pronto, el hombre corriente de la campaña ya no es Aznar (reloj Bulgari, trajes de las mejores sastrerías o las últimas corbatas de Loewe) sino precisamente su más directo contrincante. Los periodistas que siguen a Almunia -unos 50- no sabrían resaltar de él ninguna virtud especial. Tampoco ningún defecto. Almunia es un candidato manejable. Que viaja en avión, en coche o en AVE cuando el PSOE así lo dispone. Que acepta de buen grado las sugerencias de Enrique Guerrero, su ideólogo de campaña, o de José Álvarez, el hombre que se encarga de la intendencia. Si fuera un bebé, Almunia sería el ideal de cualquier madre: come cualquier cosa y duerme en cualquier lado; sonríe siempre.

Hay una cuestión que hace a Aznar muy diferente de los otros dos candidatos. Apenas se le ve en carne mortal. A los otros, sí. O lo que es lo mismo: desde que empezó la campaña, los periodistas que siguen a Aznar sólo lo han podido tratarle de cerca dos veces. Una, en su cumpleaños, en Murcia, y otra, el pasado viernes, en Córdoba, antes del mitin. A Almunia y Frutos, sin embargo, se les puede interpelar sin protocolo ninguno, cuantas veces sea necesario. ¿Cuándo? Mientras desayunan, se maquillan para una entrevista, esperan para intervenir en el mitin o charlan con sus familiares. Al aterrizar en Barcelona, a Frutos no lo esperaba un comité del partido, sino su yerno para llevárselo a Calella y que Frutos -el único que es abuelo- pasara un rato con su nieta.

A Almunia y a Frutos les va bien esa cercanía. Dan mejor a pie de obra que subidos al cartel electoral. Uno y otro suscitan idéntico comentario: "¡Ah, pues es muy simpático!". Ayer mismo, el candidato socialista venció su timidez, se levantó en pleno vuelo y se fue a interesar por la salud resquebrajada de un periodista. Al acercarse vio que estaba dormido. "Y creo que hasta se alegró", comentó una periodista que contempló la escena, "porque es tan tímido que le asusta que alguien descubra su lado humano".

Durante la campaña, los tres candidatos mantienen grandes diferencias en lo ideológico, pero en lo personal se les van notando a todos los estragos de tantos días a remolque de la luz roja. Aznar y Frutos echan de menos la gimnasia mañanera; Almunia, la ópera de noche en el salón. El presidente lleva cada día peor los achuchones y hasta los tortazos de sus fieles. El candidato del PSOE sigue sin encontrar la frase redonda que le haga eficaz y telegénico. El de IU se desespera en los hoteles, arrastrando su carpeta marrón y su maleta. Uno, otro y también el tercero están colgados de la realidad por sendos teléfonos móviles (200 gramos pesa el de Frutos, 40 el de Almunia; a Aznar se lo llevan); por el correo electrónico (todos arrastran ordenadores); por los resultados de las encuestas resumidos en el titular de un periódico. Al final de tanto trajín, la noche del domingo, de nuevo se encenderá una luz roja. Resultados electorales. Año 2000. Estamos en directo.

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