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El PP aceptaría un debate con los socialistas, IU y CiU si ningún partido se opone a ello

Javier Casqueiro

El director de la campaña electoral del PP, Mariano Rajoy, respondió ayer por fin a Ciprià Ciscar, secretario de Organización del PSOE, a su reiterada petición de un debate entre José María Aznar y Joaquín Almunia en televisión. El PP se niega a un cara a cara Aznar-Almunia, pero le "parece bien" un debate a cuatro entre Aznar, Almunia (PSOE), Francisco Frutos (IU) y Xavier Trias (CiU) si "todos los partidos", y no sólo los cuatro que participarían, están "de acuerdo", si no se "crean conflictos" y siempre que ninguna formación política "se pueda sentir excluida".

La lineal campaña de José María Aznar, alterada sólo por el diapasón de sus ofertas programáticas, obedece a la estrategia de no ceder la iniciativa y a su estilo de corredor de fondo. En ese diseño, que se aprecia también en su nulo contacto con la caravana de periodistas que le sigue, no cabe un debate abierto en televisión, un cara a cara, con Joaquín Almunia. La respuesta de Rajoy admitiendo un debate a cuatro por televisión se enfrenta al interrogante de si no habrá algún partido que, al no estar invitado, "se pueda sentir excluido". José María Aznar suelta la frase en casi todos sus mítines como un reto a Joaquín Almunia que queda sin concretar. El presidente del Gobierno y candidato del PP llega al auditorio incondicional de turno y dice: "Yo estaría encantado de debatir. ¿Pero con quién y sobre qué?". Así subraya que, por parte de la alternativa progresista, hay varios aspirantes, en alusión a Almunia y Francisco Frutos, y otros tantos programas en cuestión. A continuación, recalca que el PSOE, IU y sus aliados territoriales mantienen en vigor sus propias propuestas, algunas supuestamente contradictorias. Y es entonces cuando, cada día, califica el pacto de la izquierda plural de "barullo", "cosa", "guirigay", "aventura" o "imagen abracadabrante" y concluye: "¡Joder, qué tropa!".

La decisión de eludir el cara a cara no se sustenta tanto en que en el PP se dude de la capacidad de Aznar para derrotar a Almunia -por su mayor experiencia y conocimiento de los asuntos por ser el presidente del Ejecutivo- como en que no se vea un beneficio claro. Sí intuyen los populares, en cambio, muchas posibilidades de que durante ese duelo en directo, ante millones de ciudadanos, se pueda distorsionar el férreo control que ahora ejercen sobre los mensajes de la agenda diaria.

El PP se reservó hasta última hora la presentación pública de su programa y, aun así, dejó muchos apartados sin precisar para que Aznar brillase al exponer las ideas más llamativas. Y eso es, en gran parte, lo que ha sucedido con la programación, en píldoras, de los actos sectoriales. Aznar lee su discurso y permite alguna pregunta a los expertos congregados. El grado de supervisión es tal que el lunes, al presentar su "revolución fiscal", agradeció por escrito la elogiosa introducción que hizo el presidente del Colegio de Economistas de Madrid, Manuel Lagares.

Para evitar cualquier contratiempo, Aznar ha limitado el resto de sus comparecencias a los mítines, en los que pronuncia su alocución, en un 80% idéntica en todas las plazas, e introduce con cuentagotas las frases novedosas o más ingeniosas sobre el adversario. Así se reducen al máximo las opciones de que las televisiones emitan diariamente un mensaje distinto al predeterminado.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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