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La Politécnica

J. J. PÉREZ BENLLOCH

El rector de la Universidad Politécnica de Valencia, Justo Nieto, ha revalidado el cargo por quinta vez. Esto quiere decir que, al acabar este nuevo mandato, habrá consumido 18 años de su vida profesional al frente de esta corporación académica. Y que pare ahí la cosa. No es un récord de permanencia, pero se le aproxima mucho. En todo caso, es un tiempo lo bastante prolongado como para cuestionarnos si la vocación del mentado claustral es docente o decididamente administrativa; e incluso si, al cabo de tantos lustros absorto en tareas gestoras, conserva el entusiasmo por este género de dedicación y, lo que resulta más dudoso, si está al corriente de las innovaciones científicas registradas en el campo de la ingeniería mecánica, la asignatura que enseñaba en épocas remotas y a la que renunció por mor de las candilejas del poder, el boato representativo y los gastos de representación, que no son moco de pavo.

Nada que objetar. Ha sido su opción, democráticamente confirmada y con reiteración en las urnas. Si el rector ha impuesto su candidatura es porque tenía motivos para porfiar y confiar en el criterio acentuadamente conservador todavía del electorado, por más que en esta ocasión se haya salvado por el estrecho margen de dos votos. A nada conduce preguntarnos acerca del papel desempeñado por el tercer candidato en discordia, Enrique Cabrera, sedicente apóstol del cambio, pero factor decisivo a la postre, para la pervivencia del statu quo. Por su voluntad o a su pesar, ha sido un cómplice objetivo del ganador, el rector Nieto. Que la recompensa sea justa.

Pero el cambio, quiérase que no, es imparable y el nuevo equipo rectoral no puede llamarse a andana. Por lo pronto, y si de cambios se trata, es inaplazable la revisión de los estatutos de la universidad en el sentido de limitar los mandatos de los electos. La perpetuación en los cargos aboca al inmovilismo y al tedio, cuando no a la necrosis de las ideas. Y eso por no aludir a la consolidación de grupos de intereses parasitarios en el seno de la comunidad docente. El mismo aumento del número de los vicerrectores, de seis a 13, como ha dispuesto el rector, sugiere una compra de votos mediante el reparto de prebendas que nada ha de ver con las necesidades gestoras de la universidad. Mero pesebre o peanas para fatuos.

La transparencia es otro de los objetivos que se ha reclamado con insistencia por parte de las candidaturas que propiciaban el relevo. El profesor Nieto, por la inercia o el autismo que decanta todo poder largamente ejercido, ha propendido a proceder como Juan Palomo, aunque blindándose de las críticas y fiscalizaciones a golpe de premios y condescendencias para con los afines. Ya se ha visto cuán vasta es la grey de los contentadizos. Pero no es un método riguroso ni claro por lo mucho que abona el caciqueo y el amiguismo.

El cambio, insistimos por último, ya se ha producido porque así lo quiere la mitad del censo votante, que hubiera podido ser ganador si llegan a respetarse las reglas del juego y no se destituye -con presunto abuso de poder- a cinco vicerrectores renovadores, neutralizando su voto. Justo Nieto no puede desoír este clamor. Veremos qué decide después de la reflexión que se ha autodispensado.

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