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Antonio JUANMA ITURRIAGA

No resulta nada fácil escribir de alguien al que sucesivamente has admirado, querido, odiado y finalmente profesado ese cariño especial hacia las personas importantes de tu vida. Las circunstancias empujan a una glosa de sus virtudes, que las tuvo más allá de un palmarés incuestionable. Casi cuando todavía los tableros eran de madera, Antonio se cogía el avión todos los años para visitar a sus amigos Bobby Knight, Lou Carneseca o Dean Smith. Enamorado del baloncesto universitario estadounidense, año tras año nos venía con canciones nuevas. Que si ahora se lleva este concepto o que si no podremos ganar si no hacemos aquello. Su absoluta entrega hacia las tendencias yanquis acababa contagiándose muchas veces por encima de obviedades tales como aquel año en el que el objetivo era tener un PPP (puntos por posesión) lo más cerca posible a dos (elemental, querido Antonio).

Nuestro escepticismo era finalmente vencido y sus reglas anuales llevadas casi siempre a buen puerto.

Como entrenador del equipo nacional durante aquella exitosa época nos mantuvo a los jugadores unidos y en buena sintonía, lo que no era fácil. A veces de su lado y otras en su contra, pero consiguió que una buena jaula de egos como era aquel histórico equipo funcionase a gusto de casi todos. Nosotros le aguantábamos y él nos soportaba. Nosotros sabíamos que nos iba a dar la paliza con sus charlas interminables y las sesiones de vídeo sin fin y él comprendía que éramos mayorcitos para concentraciones carcelarias. El equipo tenía sus propios cánones de comportamiento y hay que agradecerle que no quisiese (o no pudiese) alterarlos.

Antonio tambien entendió la importancia de los medios de comunicación, el saber venderse, que el equipo era la locomotora del baloncesto español, que Jiménez era un 4 extraordinario, Fernando Martín un tipo especial, Corbalán un sargento y que nadie mejor que Epi para terminar con un tiro a la tabla.

Pero cometió errores que acabaron pasándole factura Sobre todo la capitalización que hizo de los triunfos. Consiguió que se personalizase tanto en él al equipo nacional durante las vacas gordas que cuando llegaron las flacas se cargó con todo el equipo. Pasó de alabado en exceso a vilipendidado en demasía. De ser un estratega ejemplar a tacharle de técnico mediocre. Su empecinamiento en permanecer en su puesto no le ayudó nada, al contrario, prolongó su agonía deportiva. Desgraciadamente poco importa ya todo esto. Cargado con sus blocks llenos de apuntes, un par de pizarras magnéticas, varias medallas, su presencia en el Hall of Fame y el cariño de mucha gente, ha dejado definitivamente el banquillo. En esta ocasión ha sido demasiado pronto.

Juanma Iturriaga, ex jugador del Madrid y de la selección que ganó la plata en los JJ OO de 1984.

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