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Italia destina un barco oceanográfico a buscar al 'Zafir' tras la presión de la Embajada española

El buque oceanográfico Almiraglio Magnaghi, dotado de una sonda de rastreo lateral del fondo marino, busca desde hoy al mercante Zafir, hundido el lunes pasado en aguas de Calabria (Italia) tras chocar con un barco italiano de gran tonelaje. La decisión de las autoridades italianas, adoptada tras las presiones de la Embajada española, despertó ayer esperanzas entre los familiares de los 10 marineros desaparecidos con el Zafir y que esperan en Calabria el rescate de la nave. La juez que investiga la colisión tomó ayer declaración a los tripulantes del buque italiano.

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La juez Paola de Franceschi tomó la decisión de incluir en las diligencias que instruye al capitán, Roberto Cardone, y cuatro tripulantes del Espresso Catania como imputados por negligencia basándose en los datos iniciales de la investigación. En el diario de a bordo del barco, propiedad de la compañía estatal italiana Tirrenia, constaba el cambio de rumbo imprevisto del Zafir, la maniobra que, según Cardone habría provocado la tragedia. Sin embargo, no figuraba la oportuna corrección en la ruta del Espresso como hubiera sido normal, ya que navegaba con rumbo paralelo, pero por detrás del buque de bandera portuguesa.

Las normas internacionales de navegación marítima responsabilizan en los accidentes al barco que golpea por detrás, con independencia de eventuales maniobras del que le precede. Pero, además, el Zafir, que desplazaba poco más de 2.000 toneladas y navegaba sin prisas, era una tortuga por velocidad y dimensiones comparado con el Espresso Catania, que desplaza 14.300 toneladas.

En Soverato, donde los familiares de las víctimas del Zafir han montado su cuartel general, asistidos por el cónsul de España en Nápoles y unos cuantos empleados del armador del barco, se respira una atmósfera de desconfianza. Existe la sospecha de que no se ha dicho toda la verdad sobre el suceso. Nadie se explica por qué las autoridades han perdido tanto tiempo alegando que no estaba localizada la zona donde descansa el Zafir.

"¿Por qué nos han dicho que no lo sabían si el Espresso Catania, al lanzar el SOS la madrugada del lunes, tuvo que dar las coordenadas de su posición?", se pregunta Serafín Rodríguez, cuñado del primer maquinista, José Manuel Rodríguez, uno de los diez tripulantes atrapados en el buque hundido.

Está también la información que suministró el barco ruso Mikka, que recibió la llamada de socorro y recogió al marinero Óscar del Río Gómez, único superviviente del Zafir, de la chalupa de salvamento lanzada por el Espresso nada más producirse la colisión.

"Se conocían las coordenadas donde se hundió el barco", precisa el cónsul Miguel Benzo, "aunque es posible que las corrientes lo hayan desplazado unos cientos de metros". El punto exacto del hundimiento, en el largo de Serravalle, tiene una profundidad de 372 metros, lo que convierte el rescate en una empresa ardua. Los familiares de los desaparecidos se preguntaban ayer por qué las fuerzas de la OTAN que están realizando maniobras en el mar Jónico con ocho submarinos -dos pertenecientes a la Armada española-, diez buques de superficie y aviones de patrulla no colaboran en la búsqueda.

El Zafir iba cargado con 7.000 toneladas de cemento en polvo, que ocupaban toda la bodega y que, en contacto con el agua que entró a raudales nada más producirse el choque, formaron una masa durísima, una especie de hormigón que precipitó el hundimiento. En un minuto, el Zafir desapareció de la superficie engullido por el mar y con la mayor parte de los tripulantes dentro. "Iban durmiendo la mayoría en sus camarotes, situados todos bajo el puente de mando. Seguramente han quedado atrapados ahí, porque las dependencias del barco son muy estrechas y no acertarían ni a subir la escalera", reconoce Rodríguez.

Varios familiares de los marineros desaparecidos se reunieron ayer en Santiago con responsables del sindicato del mar de CCOO para reclamar a las autoridades italianas que hagan lo posible por recuperar los cadáveres, informa Xosé Hermida.

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