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Tribuna:MONEDA AL AIRE - JULIO CÉSAR IGLESIAS
Tribuna
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De merengue a 'soufflé'

Por dos veces consecutivas el Madrid ha vuelto a sufrir ese inevitable apagón que no sólo comienza a preocupar a su cuadro técnico, sino también a la comunidad científica mundial. Superados todos los límites, ya no se puede dar al asunto el más mínimo tratamiento literario. Es tarde para recurrir a la consabida imagen del doctor Jekyll y mister Hyde, porque en rigor habría que hablar del extraño caso del doctor Berza y mister Repollo.A estas horas, los especialistas buscan sinónimos que permitan describir, siquiera por aproximación, el fenómeno que afecta al llamado equipo merengue. Según periódicos y periodistas, en los papeles se habla de pájara, torrija, galbana, trompa, vahído, surmenage, patatús, tabardillo, calambre, desmayo, modorra o soponcio, pero en realidad nadie ha dado con el secreto. Unos y otros comprueban que el paciente se traspone, pero en realidad no saben qué mosca le ha picado.

Conocido el carácter súbito del mal, ciertos teóricos sostienen que, en efecto, algún saboteador se encarga de soltar en el vestuario un enjambre de moscas del sueño. El hecho es que, después de apuntar buenas maneras, el equipo empieza a entrar en estado sonambúlico y, acto seguido, en un profundo letargo sólo observado hasta hoy en determinadas especies de mamíferos hibernantes. Ningún operador les ha tomado la temperatura, pero da la impresión de que la sangre colectiva se enfría hasta los cero grados; luego, las funciones metabólicas caen a chorros sobre el césped y finalmente se escabullen por la guarida del topo.

En este punto de la interpretación, los jugadores pedirán respeto para sí mismos. ¿Respeto? Considerados uno a uno lo tienen garantizado: garantizado sin la más mínima reserva. Sabemos que casi todos ellos son buenos hijos, excelentes padres y amigos fieles, como son jugadores internacionales y deportistas altamente cotizados; en suma, profesionales de primera categoría. El problema surge cuando pretenden transformarse en un equipo, esto es, en un grupo de especialistas que deben actuar de manera concertada con el doble propósito de crear ocasiones de gol y evitar que el contrario las cree. Entonces muestran dos comportamientos antagónicos: la Fase Athletic o Fase Zaragoza, caracterizada por una actividad frenética con la que acosan, zarandean y pulverizan al contrario en su propio campo, y la Fase Deportivo o Fase Mérida, en la que, después de manifiestos síntomas de sopor, son cercados, vapuleados y fulminados en su propio campo. Hasta hoy no ha sido posible predecir por cual de ellas pasarán en un día determinado, si es que no pasan por las dos. Sólo se sabe que, repitámoslo, con esos cambios de personalidad se observa un insólito efecto de transferencia: el efecto viceversa. Cuando son el combinado de Islas Feroe, el adversario parece la selección de Brasil. ¿Y si el contrario parece la Selección de Brasil? Pues lo dicho: viceversa.

Es muy tarde para seguir teorizando sobre el asunto. Nadie se cree ya que un espía de la competencia fumigue a la plantilla con vapor de adormidera o que, convenientemente asesorado por Van Gaal, algún compinche del mago Mandrake los haya atrapado en alguna sugestión hipnótica y los convierta a voluntad en gallo o en gallina.

Tampoco es oportuno pedirle cita al psicólogo, porque el asunto ha entrado irremediablemente en los dominios de la psiquiatría.

Es más: o consiguen estabilizar un comportamiento o la hinchada terminará exigiendo la contratación de un entrenador de nuevo cuño.

Ya se empieza a hablar de un tal López Ibor.

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