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Dos errores JAVIER PÉREZ ROYO

Incluir en el programa electoral del PP para las elecciones de 1996 la exigencia del cumplimiento íntegro de las penas de los terroristas y haber pactado con el PNV la investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno fueron dos errores, en opinión del vicepresidente primero, Francisco Álvarez Cascos, expresada en comparecencia ante los medios de comunicación el pasado miércoles.Reconocer los propios errores no está mal. Lo que ocurre es que no basta. Y más cuando en esos dos errores está el origen en buena medida de la complicadísima situación política en el País Vasco en estos momentos. Porque la exigencia del cumplimiento íntegro de las penas no fue simplemente un error. El PP se ha dado cuenta tras ocupar el Gobierno de que dicha exigencia es incompatible con "una adecuada política de pacificación y de lucha contra el terrorismo". Pero el PP no podía no haberse dado cuenta cuando estaba en la oposición de que dicha exigencia suponía de facto una ruptura del Pacto de Ajuria Enea, que fue lo que efectivamente provocó. Desde que en el verano de 1993 el PP inició su campaña de agitación a favor del cumplimiento íntegro de las penas, el Pacto de Ajuria Enea quedó en suspenso y no ha habido forma de recomponerlo. Fue el PP el que lo rompió porque consideró cuando estaba en la oposición que el consenso en la lucha antiterrorista dificultaba la llegada de Aznar a La Moncloa. El error no fue, en consecuencia, un error de buena fe, sino una estrategia conscientemente diseñada para conquistar el poder. De ahí, la falta de legitimidad del presidente del Gobierno para exigir al PNV que vuelva al Pacto de Ajuria Enea como ha hecho en su discurso en Bilbao el pasado martes. ¿Cómo puede fiarse nadie de Aznar en este terreno tras su comportamiento entre 1993 y 1996? ¿El Pacto de Ajuria Enea vale cuando el PP está en el Gobierno, pero no cuando está en la oposición? Si el PP pierde las elecciones el 12-M, ¿seguiría teniendo interés la recuperación del Pacto?

Algo parecido cabe decir del segundo error. Pactar con el PNV prácticamente todo menos la estrategia antiterrorista no fue un error. Fue una decisión deliberada. Los cinco votos del PNV no eran necesarios para la investidura. El PNV sólo era necesario para la política de pacificación del País Vasco. En consecuencia, la negociación con el PNV sólo podía consistir en ofrecerle lo que se le pudiera ofrecer siempre que se comprometiera en la estrategia antiterrorista común con las demás fuerzas democráticas. Y, sin embargo, no ha sido así. Al PNV se le ha dado todo lo que ha pedido e incluso cosas que no ha pedido sin exigírsele ningún compromiso en la estrategia antiterrorista. La estrategia antiterrorista ha quedado aparcada como "área de desacuerdo" a lo largo de toda la legislatura. El PP en el Gobierno ha subordinado su estrategia antiterrorista a su estrategia antisocialista exactamente igual que lo hizo cuando estaba en la oposición. Al PNV lo único que se le ha exigido es un alineamiento con el PP frente al PSOE. En todo lo demás, es decir, en lo único para lo que el PNV era necesario, se le ha permitido ir por libre.

El resultado está a la vista. Cuando se inició la legislatura, el PNV estaba a favor de la Constitución y el Estatuto de Autonomía y no tenía vínculos con ETA. Con la política seguida por el Gobierno del PP se ha logrado que haya abandonado el terreno constitucional-estatutario y se haya pasado al "soberanismo" y la "territorialidad" y que haya sustituido su presencia en el Pacto de Ajuria Enea por su integración en el Pacto de Lizarra.

Entre la exigencia del cumplimiento íntegro de las penas y el pacto de investidura con el PNV hay una conexión de sentido. Al PP la política antiterrorista sólo le ha interesado y le interesa desde una perspectiva electoral. No hay la más mínima diferencia en su conducta cuando estaba en la oposición que cuando está en el Gobierno. De ahí, la desconfianza que genera en las demás fuerzas políticas. No se puede hacer el discurso que hizo el martes Aznar en Bilbao sin reconocer previamente la propia responsabilidad en que la situación haya llegado donde ha llegado. La Constitución y el Estatuto de Autonomía son instrumentos de integración ciudadana y convivencia pacífica y no armas arrojadizas con las que intentar obtener rendimiento electoral. El modo en que Aznar hace uso de la Constitución se asemeja mucho al modo en que los hinchas de fútbol hacen uso de la bandera, con frecuencia de la preconstitucional. Así no se puede ir a ningún sitio.

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