Las explicaciones rusas alimentan las dudas sobre el periodista desaparecido
Crece la confusión sobre la suerte del periodista de Radio Liberty Andréi Babitski, supuestamente entregado a la guerrilla a cambio de varios soldados rusos. Las dudas no se despejaron ni con la difusión de un vídeo grabado supuestamente el 6 de febrero ni con la admisión de un supuesto portavoz checheno de que está con los rebeldes. Mientras, la fase final de la operación antiterrorista en Chechenia ha comenzado con el objetivo de exterminar a los rebeldes refugiados en las montañas del sur.
La cadena de televisión independiente NTV emitió ayer un vídeo casero en el que Babitski, de 35 años, asegura que habla el día 6 (sin aportar ningún dato que acredite la fecha) y dice: "La gente que está conmigo trata de ayudarme". No aclara si son chechenos o rusos, ni da pistas sobre su paradero.Por la tarde, Sharip Yusúpov, que se define como portavoz checheno en Moscú, aseguró: "Está en el territorio controlado por los combatientes. Lo sé de mis fuentes". ¿Asunto resuelto? Ni mucho menos. Según Yusúpov, en el canje intervino el comandante Islambek Ismaílov, jefe de la defensa de Grozni... al que se dio por muerto en el intento de romper el cerco. El ministro de Exteriores checheno, Ilia Ajmadov, dijo luego que era falso, "una provocación".
La desaparición de Babitski, que enfureció a los militares chechenos con sus crónicas desde Grozni, ha suscitado muchas protestas. Se abre paso la idea de que, incluso si hubo canje, fue una burla al Estado de derecho, ya que se trató a un periodista como si fuese prisionero de guerra y se le entregó a quienes se califica de bandidos y terroristas.
Putin y los suyos mantienen que Babitski está vivo, pero sigue sin haber pruebas concluyentes de que sea cierto. El presidente interino ironiza sobre la suerte del reportero y dice que ahora se va a enterar de con qué gente trata. Nadie le ríe la gracia. Tampoco al jefe de las tropas en el Cáucaso, Víktor Kazántsev, casi sin eco al afirmar que cambiaría a 10 Babitskis por uno sólo de sus soldados.
Mientras, la guerra sigue y entra en su fase final, o al menos eso es lo que dice el mando ruso. En cuestión de días, una vez que se envíen nuevas unidades de paracaidistas y marines, comenzará la ofensiva contra los guerrilleros refugiados en las montañas, su último reducto, desde el que confían en lamer sus heridas y preparar la revancha.
En Grozni, bajo completo control ya de las tropas rusas, la limpieza es casi policial: búsqueda de combatientes camuflados entre los civiles, de huellas del retroceso de las armas en el hombro, interrogatorio de sospechosos, detección de minas, etcétera. Los supervivientes de la batalla salen de los sótanos y cuentan historias espeluznantes de la vida bajo el diluvio de bombas.
Justo cuando la intención de voto para las presidenciales le atribuye por primera vez en un mes menos del 50%, Putin muestra un doble rostro: el que le convierte en esperanza para regenerar su país y el del peligro de una nueva amenaza autoritaria.
La operación encanto ha pasado estos días por una amplia entrevista emitida en dos días por la primera cadena de la televisión estatal y por una "línea caliente" con los lectores del popular diario Komsomolskaya Pravda. Putin, de 47 años, se ha revelado en ambas ocasiones como un político hábil, astuto, con agilidad mental y dominio de su imagen.
A quienes anhelan un brazo fuerte que ponga orden en el caos, Putin les promete un Estado fuerte que garantice la seguridad ciudadana y la prosperidad económica.
A los que añoran el pasado, les dice: "Quien no lamente la desaparición de la URSS no tiene corazón, pero quien quiera restaurarla en su antigua forma no tiene cerebro".
A quienes temen una involución autoritaria, les promete un referéndum sobre la privatización de la tierra (la patata caliente con la que no se atrevió su antecesor, Borís Yeltsin), defiende los valores democráticos y recuerda que los órganos de poder existen para defender derechos y libertades, no para aplastarlos.
Finalmente, a quienes temen a lo que puede esconder una mirada de hielo, que a veces parece inhumana, les presenta a un padre y esposo hogareño, amante de su familia y encariñado con un perrito maltés que incluso salta delante de la cámara.
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