El Deportivo abruma a un pésimo Madrid

En medio de ese guión repleto de giros imprevistos que está escribiendo esta Liga, Deportivo y Real Madrid acordaron retornar al pasado. En el caso del Deportivo, el viaje en el tiempo fue para recuperar su momento más esplendoroso, aquel extraordinario diciembre en el que acumuló un carro de puntos desde la cabeza del campeonato. El retroceso en el Madrid tuvo un sentido más literal: tras el esbozo de mejoría en las últimas semanas volvió a mostrarse como un equipo roto, un grupito de futbolistas sin ninguna relevancia, simple títere en manos del líder, que tuvo a su alcance una goleada de magnitudes aún más bochornosas. El Madrid salió de Riazor con la enésima tunda de los últimos años y la sensación de que el efecto Brasil fue una simple nubecilla de verano.El Deportivo hizo más anoche en sólo un cuarto de hora que en todo el pasado mes de enero. Da la impresión de que a este equipo únicamente lo estimulan las grandes empresas y que su peor defecto es que se despista o se aburre con la rutina cotidiana, en esos partidos contra equipos de segundo orden en los que tantos puntos se ha dejado últimamente. Pero anoche bastaron un par de minutos para comprobar que había vuelto el mejor Deportivo, dispuesto a presionar al rival en su propia casa, a disputar cada balón como si de él dependiese el fin del mundo y a dejarse arrullar por la inspirada melodía de Djalminha, un futbolista tan extraño e imprevisible como su equipo. Por recuperar, el Deportivo recuperó hasta la pegada que le había abandonado últimamente. Seis minutos fueron suficientes para que la cabeza de Makaay batiese a Casillas y anunciase otra noche de suplicio para el Madrid en Riazor.El Madrid se afanó con entusiasmo en contribuir al resurgimiento del líder. En realidad, dio la impresión de que el Deportivo empezó a ganar el duelo cuando Del Bosque decidió su alineación. Al técnico madridista le entró un ataque de pánico, se olvidó del buen rendimiento de Ognjenovic en las últimas jornadas y confeccionó un centro del campo de perfil netamente destructivo, con Helguera y Redondo en los pivotes y Sanchis como un anómalo interior derecho. Si a eso se añade que en la izquierda estaba Guti, otro futbolista que no acostumbra a pegarse a la banda, el resultado fue que el Madrid prescindió temerariamente de los costados para intentar cualquier ataque sobre el rival. El centro del campo del Madrid se descompuso por todas partes ante la pujanza de Mauro Silva y de un Jaime pletórico ante su ex equipo. La ocurrencia de Del Bosque no aportó la menor creatividad, pero tampoco funcionó para destruir el juego del contrario. El propio técnico trató de rectificar sobre la marcha, primero intercambiando las posiciones de Sanchis y Helguera, y, en la segunda parte, introduciendo a Ognjenovic y Mc Manaman, pero, para entonces, el Madrid ya no estaba en disposición anímica de intentar nada.

La goleada comenzó a mascarse en la primera parte. El Depor se enseñoreó del balón y de todos los resortes del juego, y Djalminha logró el segundo tanto en un lanzamiento de falta certero y delicado. El Madrid ni siquiera puede quejarse del infortunio, porque, mientras los blanquiazules derrochaban ocasiones, los visitantes redujeron la distancia en su única acción elaborada de toda la primera parte.

Pero no hubo el menor margen para que el Madrid se levantase, porque el Depor volvió a golpearle nada más iniciarse el segundo tiempo. A partir de ese momento, el partido devino una feria. El Madrid se quitó de en medio, y su rival se dedicó a divertirse y a mostrar cierta condescendencia para no ensañarse ante tan famélico oponente.