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La radio inventa horas de 64 minutos

Un programa informático usado por la radio de EEUU apiña las palabras para dar más tiempo a los anuncios

Los norteamericanos viven a la carrera. Todo es trepidación en sus vidas. Y no saben cómo seguir aumentando la velocidad en que se consumen, con paradojas tan flagrantes como que las compañías de Internet vendan a los usuarios la gran ventaja de estar a un clic del mundo en vez de a dos, mientras los presuntos beneficiarios de esa instantaneidad entierran media vida en los atascos de salida y entrada a las ciudades. Como si fueran patos alimentados a la fuerza para hacer foie, ahora se ha sabido que a los felices consumidores del planeta americano se les está haciendo tragar más anuncios de los que caben en los programas. Una nueva victoria de la técnica en el altar del consumo.Estados Unidos acaba de superar esta semana el periodo más largo de expansión económica de su historia. La euforia económica va acompañada de un consumismo sin precedentes y la incitación al gasto ha puesto en juego una máquina que gana tiempo al tiempo. En los programas de radio, las palabras se recortan fracción de segundo a fracción de segundo para hacer hueco a la publicidad. El locutor habla como siempre y resulta que, en un programa de una hora, los oyentes reciben cuatro minutos más de anuncios. Horas de 64 minutos. Un paraíso para los gerentes.

Dio la voz de alarma Rush Limbaugh, presentador de un popular programa de radio en directo de tres horas de duración, que transmiten numerosas emisoras por todo el país. Los productores de la emisión realizada por la cadena ABC en Nueva York se vieron inundados por miles de correos electrónicos de oyentes indignados: había más publicidad en el programa y Limbaugh hablaba acelerado. "No entendía nada", ha dicho el presentador al diario The New York Times. "Yo hablaba igual que siempre".

Después se enteró de que la emisora había puesto en marcha un programa digital de control de sonido que pelaba sus palabras, ¡a él, que dice usar los silencios como un actor mueve una ceja! Silencios, énfasis, sílabas alargadas, microsegundos entre palabras y palabras eran tragados inmisericordemente por la máquina para hacer hueco a viles anuncios. Cash (Dinero) se llama el programa informático rebañador de palabras, y con razón. El sistema se viene aplicando desde hace medio año en Estados Unidos: unas 50 emisoras lo han adoptado y alguna lo ejecutó con saña, hasta meter seis minutos más de anuncios por hora.

La publicidad en televisión tampoco da respiro. Programas y anuncios se suceden con tal ansiedad que el último plano del programa se funde en un todo con el primero del anuncio. Pero hay más control que en la radio, donde la eliminación de restricciones ha hecho que se emitan ahora un promedio de 20 anuncios por hora donde hasta hace poco sólo se permitían doce. Los usuarios de Cash consiguen colocar 28 anuncios. "Es el síndrome de nuestros tiempos", dice Michael Harrison, director de Talkers una revista sobre la industria radiofónica. "Vivimos en una época tan entregada a la velocidad y a la codicia que no hay reparo en prostituir la integridad artística". Limbaugh ganó su pulso a la emisora. Protestó en antena, y la ABC renunció a Cash en su doble significado.

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