Hogares diminutos
Una casa de muñecas, de madera, con puertas que se abren como las de verdad, con muebles mejores que los de verdad, con escaleras de caracol y hasta 30 habitaciones en algunos casos, incluso con instalación de luz para poder iluminar la diminuta vivienda. Eso es lo que hace Julián Rodríguez, un toledano de 56 años que ha desembarcado en Vilches (Jaén) para abrir un taller en el que trabajarán, de momento, 30 personas con minusvalía haciendo casas de muñecas para todo el país y para quien las demanden desde el resto del mundo.Desde los 12 años trabaja la ebanistería y después de pasar una vida como representante de casas de muñecas de otros se decidió a construir las suyas propias, recuperando las técnicas artesanales junto a su compañera Lola. "De lo poco que hay en España en artesanía de casas de muñecas, nosotros hacemos el nivel más alto. Cuidamos los detalles, la buena madera, las piezas organizadas. Nada industrial", explica.
Las casas que construye han ido cambiando con el paso del tiempo, adaptándose a los nuevos gustos y aprovechando los conocimientos adquiridos. Hace cincuenta años, explica, las casas de muñecas eran prácticamente cajones en las que casi nada se podía manejar. Las que salen ahora de su taller son desmontables enteras, se pueden empapelar, tienen ventanas góticas y son lo más parecido a la vivienda en la que habita cualquiera de las niñas que puede jugar con ellas.
Parecidas, pero salvando las diferencias. Una cosa es poder abrir las puertas con su picaporte como las de casa y otra es tener una mansión como el castillo de Edimburgo, el modelo sobre el que está trabajando por petición de un cliente y que a partir de ahora se va a comercializar. Se trata de una miniatura que aprovecha los detalles más bonitos del palacio para jugar con la ilusión.
También hay que adaptarse a los tiempos en los tamaños, subraya el artesano. Los hogares de este siglo son mayoritariamente pisos, con habitaciones pequeñas en las que no cabe como juguete una casa de muñecas de grandes dimensiones. La adaptación supone que del taller de Rodríguez salgan palacetes de unos 60 centímetros de ancho, tres pisos, y un metro de alto. "Una habitación de juegos no da para mucho más".
Rodríguez sabe que es el mercado el que manda y se tiene que adaptar a las tiendas de miniaturas a las que se dirige su trabajo manual. En España y en Andalucía el mercado es escaso. "Aquí de cada cien hogares, uno puede tener casa de muñecas, una cifra muy alejada de lo que ocurre en lugares como Francia o Gran Bretaña, donde hay más tradición y se valora mucho más el trabajo artesanal".
Los precios, reconoce, son una limitación. Las casas que llevan una media de seis horas de trabajo pueden costar unas 17.000 pesetas cuando entran en el circuito comercial, cantidad que se eleva ya en las tiendas. Pero eso es sólo lo barato, el castillo de Edimburgo superará las 200.000 para costear más de 70 horas de trabajo.
Rodríguez está ilusionado con el nuevo proyecto de taller que llevará en unas pocas semanas a jóvenes con minusvalía hasta las naves industriales de las que saldrán las nuevas casas.
Las casas de muñecas aguantan el peso de una persona encima de ellas. "No me gusta el plástico ni el trabajo descuidado, prefiero la artesanía de siempre". Mientras, el taller sigue haciendo bordes redondeados para que los niños no se hagan daño, también trabaja en una exposición que se va a organizar centrada en los molinos.
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