Conchita alcanza las semifinales
¿Hasta dónde puede llegar Conchita Martínez en el Open de Australia? Es una pregunta que tal vez tenga ya respuesta cuando esta crónica vea la luz. Esta madrugada, la aragonesa debía disputar las semifinales frente a la número uno del mundo, la suiza Martina Hingis, que le ha ganado siete veces consecutivas sin ceder un set. Sin embargo, la explosión de Conchita en Melbourne permite afirmar que, ocurra lo que ocurra, ha realizado un gran torneo. Ayer, la campeona de Wimbledon de 1994 logró clasificarse para su 11ª semifinal del Grand Slam, con una victoria mucho más sufrida de lo necesario frente a la rusa Elena Likhovtseva, decimosexta cabeza de serie. Conchita ganó por 6-3, 4-6, 9-7 en 2 horas y 35 minutos. Arantxa, en cambio, fue anulada por completo por Hingis, que la venció en 45 minutos por un doble 6-1."Uno de los objetivos que me había propuesto para este año ya lo he cumplido", señaló Conchita en referencia a que vuelve a estar entre las diez primeras jugadoras mundiales. "El otro es ganar mi segundo Grand Slam. Y ojalá sea en este torneo". Su camino en Melbourne ha estado plagado de trampas que, en algunas ocasiones, se ha colocado ella misma. Se sintió perjudicada por el viento en los primeros partidos, pero los fue salvando a trancas y barrancas. Jugó por debajo de sus posibilidades reales y tuvo que recomenzar partidos que tenía ya ganados. Pero, al final, tiene motivos para sentirse satisfecha, porque al menos ha sido capaz de no entregarse, de luchar hasta la última bola en cada partido y de ganar aunque fuera con dolor y lágrimas.
"Me siento orgullosa por seguir luchando y por volver a estar ahí", señaló la aragonesa, de 27 años, que no accedía a una semifinal del Grand Slam desde que en enero de 1998 perdió frente a Hingis la final del Open australiano. "Cuando caes en el ránking hay algunos que creen que ya no volverás. Pero yo sabía que tengo tenis y que podía volver a sacarlo. Todavía me queda mucho". En realidad, Conchita ha sobrepasado en este torneo las expectativas que se le habían marcado. Lo previsible era que se encontrara con Serena Williams en los cuartos de final y que ahí, probablemente, acabara su recorrido. Sin embargo, Serena, campeona en el Open de Estados Unidos el pasado mes de septiembre, demostró estar en un estado de forma deplorable y fue barrida por Elena Likhovtseva. El triunfo de la rusa abrió el espíritu y el camino de Conchita, puesto que en sus dos enfrentamientos previos la aragonesa no había perdido más que tres juegos.
Conchita entró, pues, en la pista con la convicción de que ganaría el partido. Y aplicó a rajatabla la táctica que había anunciado: romper constantemente el ritmo con bolas altas y profundas, moverla de un lado a otro, e intentar preparar los puntos para poder rematarlos con su fulminante derecha. Así transcurrió la primera manga, que se resolvió con una sola rotura favorable a Conchita en el segundo juego. Sin embargo, la convicción con que la aragonesa inició el encuentro se fue resquebrajando a medida que la dureza y la prolongación de los peloteos fueron machacando sus piernas y su cabeza. "Me sentí cansada", confesó la española. "Llevo tres semanas seguidas jugando (fue semifinalista en Sydney y ahora en Melbourne) y eso se nota". Y ocurrió que lo que pudo resolverse en dos mangas, se alargó hasta una tercera que resultó interminable.
Entonces, los juegos se igualaron porque la cuestión psicológica adquirió más protagonismo que la calidad. Cada juego era una carambola, cada golpe un sufrimiento, cada punto un calvario. Comenzaron a sonar los "¡vamooos!", los "¡bien jugado!", los "¡no pasa nada!". Y era evidente que la distancia entre la euforia y la tragedia era ridícula. Conchita pudo resolver el partido en el duodécimo juego cuando dispuso de dos bolas de set con su saque. Pero su brazo estaba ya tan encogido que cualquier ataque no sobrepasaba la línea de saque. La rusa, también muy cansada, se decidió a atacar y salvó la situación. Pero empezaba a quedar claro que la presión estaba pesándole aún más a Likhovtseva. Y en el decimoquinto juego llegó la conclusión: la rusa perdió su saque y cayó en el siguiente juego.
"Estoy cansada", reconoció después Conchita, "pero tengo tiempo de recuperarme. Lo básico es que el cansancio no te llegue a la cabeza, para poder seguir luchando". Ayer, luchar le bastó para salvarse de la condena a que la estaban llevando sus propias deficiencias. Incapaz de mantener una línea de regularidad -cometió 40 errores no forzados- deambula aún excesivamente entre aciertos y errores que la obligan a un esfuerzo psicológico y físico suplementario e insoportable para ella. Frente a Hingis los errores serán penalizados. "Ella no va a hacer regalos. Tiene una fortaleza mental que le permite jugar siempre como debe. Deberé tener paciencia, ser más agresiva y utilizar mi derecha".
Arantxa lo intentó ayer, pero las cosas no le salieron. "Es evidente que no fue mi día", afirmó la barcelonesa de 28 años. "Ella es la número uno y perder contra ella es normal. Pero duele la forma como se desarrolló el partido. Yo no he jugado. Los errores fueron míos. Es mi culpa. He jugado mal, no hecho lo que debía y ella ha podido jugar muy cómoda". Finalista en Melbourne dos veces (1994 y 1995), Arantxa intentó aplicar ante Hingis los nuevos esquemas de juego que está desarrollando con su hermano Emilio en los entrenamientos. Intentó atacar, lanzar golpes profundos con su revés y con su derecha ("la ha mejorado mucho", reconoció Hingis), buscar la red. Pero nada le salió. Y tuvo en el servicio su principal problema: no logró mantenerlo más que una vez, cuando había perdido la primera manga por 6-1 e iba cediendo la segunda ya por 4-0. En los dos últimos juegos Arantxa ganó un punto.
En los cuartos de final masculinos, el ruso Yevgeny Kafelnikov se clasificó para las semifinales tras eliminar al marroquí Younes El Aynaoui por 6-0, 6-3, 7-6 (7-4). En las semifinales, el viernes, se enfrentará al sueco Magnus Norman (12º) -vencedor del alemán Nicolas Kiefer (4º) por 3-6, 6-3, 6-1 y 7-6 (7-4)-, el primer cabeza de serie que se cruzará en su camino. La otra semifinal la disputaron de madrugada Pete Sampras y Andre Agassi.
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