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La Entesa en el laboratorio MIQUEL CAMINAL BADIA

Una vez más el problema de la izquierda catalana es su incapacidad por consensuar un discurso catalanista. Más allá del zigzagueante acuerdo y desacuerdo entre PSC y ERC sobre la candidatura unitaria de las izquierdas catalanas al Senado, hay horizontes muy distintos. El catalanismo de ERC es nacionalista, mientras que el catalanismo del PSC y de IC se integra dentro del proyecto federalista. Sin embargo, pueden complementarse en la medida que el nacionalismo de ERC se haga federativo, pues el federalismo del PSC e IC se basa en la idea de España como comunidad política plurinacional. Entonces, ¿por qué han habido y hay tantas reticencias y suspicacias de unos y otros?La iniciativa del pacto nació antes por razones de coyuntura y táctica política que por reales objetivos estratégicos. El PSC necesita de algún modo mantener el efecto Maragall. Un planteamiento de las próximas elecciones legislativas como si nada hubiera sucedido en las autonómicas, sería un gravísimo error. Al mismo tiempo, no hay maragallismo suficiente en el PSC (y menos, por supuesto, en el PSOE) como para orientar las elecciones generales como una continuación lógica de un proyecto socialista, federalista y nacional catalán, cuya cabeza visible es Pasqual Maragall. La iniciativa Ciutadans pel canvi, según parece, sólo es de consumo interno. Ahora bien, una candidatura unitaria al Senado tiene el doble efecto de no tocar las cosas en cuanto al Congreso, que es la cámara importante, y se consigue robarle a CiU a su aliado nacionalista natural. Toda una jugada maestra. Excelente para Niccolo Serra Machiavelli, como diría Fabián Estapé. La jugada es tan buena que ha puesto en dificultades al partido de las dos caras: ¿cómo puede ERC tener senadores por esta vía sin quedar con la cara pintada? Imposible, piensan al unísono Narcís Serra y Jordi Pujol, para el jolgorio del uno y el enfado del otro. ¿Se puede dar el brazo izquierdo al José Borrell de España y el derecho al Pujol de Cataluña? ¿Cómo lo verá, el amigo Josep Lluís Carod? Tampoco sería justo que en el último minuto hubiera dicho no a Narcís Serra, que tanto le ha concedido para que deje de ser la amante del President. Además, no debe tener miedo al ridículo, porque nunca podrá superar l'encaixada pel Senat de Àngel Colom y Aleix Vidal-Quadras. Lo que puede un Senado que no vale nada.

El Senado ya hace tiempo que se ha transformado en la cámara de los malos experimentos. Desde el día de las lenguas españolas hasta las últimas y filibusteras ciento y tantas enmiendas del PP a la Ley de Extranjería, el Senado ha sido una cámara torturada por todos. A nadie se le escapa que una cámara tan poco prestigiada no es el mejor laboratorio para la Entesa Catalana del Progrés. Tiene tan pocas cosas que decir el Senado que no tiene ni la llave de su propia reforma. Pero también es verdad que una cámara tan irrelevante puede ser un buen escenario para probar sin riesgo. Si las cosas van mal no pasa nada y cada uno vuelve a su casa, pero si van bien se pueden proyectar objetivos unitarios más ambiciosos. Eso deben pensar los más optimistas.

Por mi parte, estaría más que satisfecho si el Senado consiguiera ser para la Entesa una cámara laboratorio de buenos experimentos. Especialmente dos: demostrar que es posible promover una cultura federal en España y demostrar, también, que las izquierdas catalanas pueden tener un proyecto catalanista común para Cataluña, España y Europa.

El federalismo todavía está pendiente de normalización en España. El nacionalismo español y los otros nacionalismos continúan invadiendo el lenguaje político. Son un obstáculo al desarrollo federal de la Constitución española. Es imprescindible una cultura federal que promueva la unidad desde la diversidad, que comprenda la plurinacionalidad de la comunidad política española como una característica positiva y enriquecedora y no como un problema. El Estado de las Autonomías ya ha demostrado que la autonomía política ha sido tremendamente positiva para todas las nacionalidades y regiones. Ha sido un paso decisivo para entender que el autogobierno no es sólo una forma de desarrollar la democracia mediante la división territorial de los poderes del Estado, sino que significa, en primer lugar, el reconocimiento de la identidad comunitaria y de los derechos colectivos que de ella se derivan. Pero falta algo más en sentido federal: que desde Madrid se comprenda que el poder compartido implica dotar de mayor capacidad de decisión política a las instituciones de autogobierno, especialmente a los parlamentos de las nacionalidades; y que desde las nacionalidades se acepte que todos navegamos en la misma nave federal, cuya institución emblemática debiera ser otro Senado.

Isidre Molas y Jordi Solé Tura tienen toda la auctoritas moral y política para dirigir este pequeño submarino catalanista que investigará e intentará hacer pedagogía federalista bajo las aguas turbulentas de los nacionalismos enfrentados. Es un reto que sólo está al alcance de los que pueden hacer política desde la independencia de las convicciones, aunque una cosa es la pedagogia federalista como proyecto intelectual y moral, y otra muy distinta es el juego de intereses que la política también atiende. Este último aspecto tan fundamental queda fuera de su alcance.

Tampoco tienen en su mano, por supuesto, el impulso y consolidación de una opción catalanista unitaria frente al pujolismo. Pero su experimento en el laboratorio senatorial puede ayudar a aclarar malentendidos, a superar mediante el diálogo socrático aquellos obstáculos que todavía dividen a las izquierdas nacionalistas de las izquierdas federalistas. Ojalá tengan éxito en este viaje. Deseo fervientemente que los vientos les sean favorables, porque no son estos días tormentosos los más adecuados para zarpar. A ver si Jordi Solé Tura nos puede explicar dentro de unos años otra historia optimista.

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Miquel Caminal Badia es profesor de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona

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